Ana del Socorro Infante Rodríguez, expresidenta del Barrio Arriba.. Foto: Leopoldo Medina

León, Guanajuato.- “Los últimos serán los primeros”, sentencia que se cumplió durante el conversatorio Memorias del Barrio, en el que participó al cierre la señora Ana del Socorro Infante Rodríguez, expresidenta del Barrio Arriba, quien compartió anécdotas, costumbres y personajes registrados a lo largo de más de 60 años.

El evento se realizó en el marco del Festival de Identidades y Expresiones Leonesas Semillas del Barrio, organizado por la 14ª generación de la carrera de Artes Escénicas y Producción de Espectáculos de la UDL. Doña Anita recordó que el Barrio Arriba tiene registro oficial desde mayo de 1597.

Durante la charla, al debatir cuántos años tiene de existencia el Barrio Arriba, señaló que en el pasado era la zona reina de la curtiduría y un orgullo nacional. “En la época de bonanza, los curtidores pagaban en efectivo”, comentó.

Comparó las costumbres de antaño: “En la curtiduría trabajaban desde muy temprano y comían entre 10 y 11 de la mañana, y fuerte: frijoles, chile, carne y atole. En cambio, los zapateros comían su torta y su ‘peisi’ porque su labor era menos pesada”.

Describió el trabajo rudo de los curtidores, quienes cargaban en el hombro hasta cuatro cueros —de unos 90 kilos en total— para trasladarlos al interior de la tenería. “No había montacargas ni puertas grandes; estaban chiquitas”, recordó.

Cantinas y costumbres

En el Barrio existían 36 cantinas, una por cada tres o cuatro manzanas; actualmente quedan alrededor de ocho. 

“Se sostenían porque había dinero; aquí todo se pagaba en efectivo. Venía mucha gente a comprar o vender cuero. Había cantinas del vicio, algunas trabajaban hasta 24 horas, pero han ido desapareciendo”, relató.

Las familias acudían los domingos al Parque Hidalgo, donde rentaban bicicletas y los niños jugaban alrededor del kiosco. “El parque era enorme hasta que lo dividieron con la construcción del López Mateos; había árboles muy frondosos”.

Recordó que las familias eran muy numerosas, de 8, 10 y hasta 18 integrantes. Los domingos, las puertas de las casas permanecían abiertas y se podían ver los pájaros y plantas en los zaguanes. “Era muy seguro, aunque siempre ha habido raterillos”.

Mencionó personajes como Doña Ramón, que vendía menudo desde las 5 de la mañana solo a dueños de tenerías —y, según versiones, también alcohol de manera discreta—; la tienda Las 4 Milpas; “Socorrito” la de las verduras; y los hijos de Hermelinda, que rentaban revistas como Vaqueros, Estefanía o Archie por 20 centavos.

También recordó a Don Pepe, quien vendía nieve tipo raspado y tenía una rockola que atraía a estudiantes de la Prepa Oficial y chicas del Mayllen.

Templos, orgullo del barrio

La devoción religiosa es otro sello del Barrio Arriba, que cuenta con siete templos: Parroquia del Señor de la Salud (102 años), Templo de San Nicolás Tolentino, San Francisco de Paula, San José, Niño Perdido, El Calvario y Jesús Nazareno. “Hay devoción y respaldo de los curtidores para las ceremonias religiosas”, afirmó.

Crisol de culturas

Explicó que el barrio fue poblado originalmente por mulatos y negros, desarrollándose allí la industria curtidora. Con el tiempo llegaron españoles, franceses, personas de otros estados —en especial de Jalisco, conocidos como ‘paisas’— que aportaron las taquerías al barrio.

“¡Orgullosamente del Barrio Arriba!”, concluyó Ana del Socorro Infante Rodríguez.

HLL

 

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