León.- La historia de León está hilvanada por el hilo de la generosidad de su gente. Hombres y mujeres que desinteresadamente dan lo que tienen para ayudar a otros. Puede ser su dinero, su talento, su trabajo, su tiempo. Así ha sido desde los primeros años a nuestros días. Las causas pueden ser muchas: traer una orden religiosa o hacer un puente nuevo; una beca o levantar toda una escuela; capacitar jóvenes, ayudar a los enfermos o llevar juguetes un día de Reyes. O rescatar, escribir, entender y compartir la memoria de nuestra ciudad.
Eso hizo Antonio Malacara Moncayo y por eso lo recordamos hoy que se cumple medio siglo de su partida. Fue uno de esos personajes nobles y desprendidos que dan sentido a nuestra historia.
Nació en León en los turbulentos años de la Revolución Mexicana. Cursó sus estudios en el extinto colegio de San Felipe de Jesús, del cual reconstruiría su historia años más tarde el propio don Antonio. Por 35 años trabajó para la industria petrolera -desde antes de la nacionalización y hasta su jubilación-, ocupándose de la administración de las estratégicas instalaciones de los combustibles junto a la Estación del Ferrocarril.
Pero fue su otro amoroso oficio -recuperar la micro historia local- el que lo llevó a trascender. Sus cualidades en este aspecto de su vida las describe perfectamente don Mariano González Leal, quien tuviera la fortuna en su temprana juventud de charlar largamente con don Antonio.
“Era un profundo conocedor de la historia y de historias locales. Maduro como investigador, no despreció jamás ni el documento, ni la epigrafía, ni la tradición, ni la anécdota, ni el folklore como fuentes de conocimiento del pasado y del alma popular.
Era sistemático, ordenado, generoso; no negaba jamás sus conocimientos a quien a él se acercaba pidiendo información. Hablaba pausadamente, como quien sabe conversar instruyendo, citaba con extraordinaria precisión nombres, fechas y datos. Era privilegiada su memoria, y sabía ponerla al servicio de su patria chica”, escribió González Leal en una semblanza publicada en 1991 por la revista Tiempos del Archivo Histórico Municipal.
Hace poco más de 50 años, justamente don Antonio Malacara y González Leal publicarían “León y sus inundaciones”, valiosa recopilación e investigación sobre un tema toral en la ciudad. Don Antonio colaboró también con el Instituto Nacional de Investigaciones Estéticas en el estudio de la vida y obra de José Guadalupe Posada y aportó sus vastos conocimientos de la historia de León en el apartado correspondiente de la Enciclopedia de México.

Dispuesto para participar en cuanta iniciativa abonara a la vida social y cultural de la ciudad, don Antonio formó parte del Centro Español, de los Caballeros de Colón y señaladamente del Círculo Leonés Mutualista, sin dejar de convivir con los compañeros de PEMEX, ya fuera jugando béisbol o en amenos días de campo. Pero también mantenía activa comunicación con estudiosos de todo el país afines a sus intereses. Por eso fue miembro de la Sociedad Mexicana de Historiadores de Provincia y hasta su fallecimiento fue Secretario de la Corresponsalía del Seminario Mexicano de Cultura en León.
Su aportación a nuestra memoria colectiva cobraría dichosa forma en sus pronto clásicas efemérides Hechos de la vida leonesa, Datos y fechas, que publicaba el Boletín del Archivo Histórico Municipal desde sus inicios en 1965. Esos textos tenían lo mismo datos puntuales que estampas completas en breves palabras. Los hechos que citaba no pretendían ser importantes, sino interesantes. Más aún: imperecederos.

Desde la primera referencia era difícil parar en su lectura. Podrían comenzar aquellas reminiscencias, por ejemplo, en la inauguración del primer arco efímero que tuvo la Calzada, para luego informar que quizá el mítico ladrón bondadoso llamado Chucho el Roto pasó por aquí y ni quien se diera cuenta y ¡pum! de pronto irrumpe el Circo Orrín con su maravilloso clown Ricardo Bell a partir de ya en la plaza de toros. Apenas punto y aparte, el lector atestigua los primeros juegos de béisbol en el parque Hidalgo y al siguiente párrafo, ya está en primera fila de las fiestas de enero viendo pasar los carros alegóricos. Cada entrega de don Antonio era un pequeño viaje por el túnel del tiempo que se terminaba con la página que le asignaban.
Esas efemérides brincarían en los años setenta a las páginas de El Sol de León, publicadas cada semana a manera de columna. Cabe citar que la recopilación y edición de las mismas que realizaron su hijo Ramón Malacara y su nieto Gilberto de la Torre, fue publicada en 2021 por Educación Municipal y felizmente puede consultarse en el sitio oficial del AHML (archivohistorico.leon.gob.mx).

Las colaboraciones periodísticas de Antonio Malacara evolucionaron en valiosos artículos monográficos que abonarían a nuestra historiografía por su claridad y calidad de datos que incluyen. Y mucho importaba su propia mirada: es la de un niño que jamás pierde la capacidad de admirarse y sorprenderse.
Destacan entre esos textos los que hiciera sobre el Teatro Doblado -él fue uno de sus más férreos defensores para evitar su demolición total- y particularmente el que se refiere a la llegada del Ferrocarril a León. Ya en el otoño de su vida, conjugó en ese largo artículo la riqueza de su ciencia y paciencia para investigar. Gracias a otros autores, a sus lecturas de documentos oficiales y periódicos de la época -fue activo usuario de la Hemeroteca Nacional de la UNAM– y a los afiches que llegó a encontrar, nos enteramos cómo fueron las cosas desde la concesión del ferrocarril hasta el baile que se dio en palacio municipal para festejar el arribo del primer tren en 1882, con programa de los festejos incluido. Un lujo.
Lo triste, fue su inevitable partida el 30 de marzo de 1975. Mucha sabiduría se quedaría en el tintero, pero lo escrito no se perdió. Es un legado presente. Así lo advirtió Enrique Aranda Guedea, ex alcalde de la ciudad y uno de sus mejores amigos, al despedirse de él en un sentido y personal obituario publicado en El Sol de León.
Tú pasaste por el mundo haciendo el bien, y dedicaste tu tiempo sin egoísmos a estudiar a hombres y mujeres que vivieron en León en el pasado, realizando así tus sueños y tus ambiciones, para dejarnos como lo has hecho, a los que aún habremos de permanecer en el mundo, un caudal de elementos que habrán de enriquecer la historia de nuestra ciudad”, expresó el ilustrado cronista que semanalmente firmaba sus columnas periodísticas como “Marques de las Hilamas”.
Y claro que no se equivocó don Enrique Aranda. Aquellos textos donde el señor Malacara se extendió para ilustrar tanto distintos personajes como señalados momentos históricos, pronto verán nuevamente la luz, pues Ramón Malacara y Gilberto de la Torre ya preparan la edición de los mismos para disfrute público, porque de eso de trata.
Siempre llaman la atención las arboledas que hubo y subsisten en León, sembradas por gente pródiga que solo tuvo la certeza de que no verían esos árboles en su esplendor. Los han colocado viendo al futuro, pensando en los que vendrán y seguros de que ya habrá quien siembre los que siguen. Así fue don Antonio y se agradece la espléndida sombra que nos dejó con su conocimiento de León.
El autor es Luis Alegre, Cronista Municipal.
LCCR
