Existen casos en todo el mundo, incluido México, de especies de flora y fauna que fueron introducidas en cuerpos de agua u otros ecosistemas, y que con el paso del tiempo se han convertido en una amenaza para la biodiversidad y la salud.
Las especies se establecen en un rango histórico que es donde se adaptaron o evolucionaron durante generaciones. De repente, se mueven a otro lugar por causas naturales como la expansión de su rango, por algún disturbio de la naturaleza o por acciones humanas, como el biocontrol de plagas.
La doctora Morelia Camacho Cervantes, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM, ha estudiado el caso de los peces guppy (Poecilia reticulata). Este pez, es originario de la isla de Trinidad, en Trinidad y Tobago, pero el ser humano lo ha introducido en cerca de 70 países alrededor del mundo como una forma de biocontrol de los mosquitos de la malaria y porque su aspecto lo hace muy popular para los acuarios.
En México, la inserción de guppys en los sistemas acuáticos ha provocado que compitan y desplacen a una familia de peces nativos mexicanos, los goodeidos, que abarcan alrededor de 45 especies.
Una especie que se mueve a otro sitio y allí se establece, se reproduce y empieza a crecer su población, es una especie invasora de ese espacio; sin embargo se le sigue considerando normal en el lugar de donde es nativa, explica la investigadora.
Los peces guppy se adaptan a cambios de salinidad, de temperatura, de oxigenación en el agua, además de que pueden reproducirse muy rápido. Cuando son usados como mascotas y las personas ya no pueden o quieren hacerse cargo de ellos, suelen liberarlos en los ríos o lagos.
Más tolerantes y competentes
Las especies invasoras a diferencia de las autóctonas, son tolerantes a los cambios, ya sean de alimentación, de temperatura o de condiciones ambientales, por lo que comienzan a convertirse en una amenaza, pues compiten por el alimento; algunas son agresivas y comienzan a mermar poblaciones o comienzan a reproducirse tanto que desplazan a las nativas y homogenizan el paisaje.
Sin embargo, su impacto en la pérdida de la biodiversidad no es el único problema que generan, “también llegan a ser un problema de salud pública porque algunas especies, como los mosquitos que transmiten la malaria, el zika o chikungunya son especies invasoras no nativas de México”, explica la responsable del Laboratorio de Ecología de Especies Invasoras.
En el ámbito marino, las especies invasoras son más dañinas porque los cuerpos de agua se comportan como islas, es decir, los organismos que pertenecen a un determinado cuerpo de agua no pueden salir y aprovechar los recursos que están fuera de él. Por lo que las especies marinas nativas no pueden migrar a otra región.
“Si se introduce una especie invasora, se pierde el equilibrio en el sistema y los organismos que viven allí, debido a que no pueden desplazarse a otro sitio a buscar los recursos que necesitan, son desplazados de su espacio y los recursos que necesitan para vivir se van agotando, porque hay alguien que los explota de manera más eciente. Esto puede provocar que las poblaciones nativas se extingan”, señala la especialista.
En el país hay diferentes especies acuáticas invasoras, entre las que destacan, además del pez guppy, el pez diablo y el pez león.
