De memoria, sin siquiera consultar la hemeroteca de AM, podemos hacer un recorrido por las trapacerías de los últimos gobernadores de Acción Nacional en Guanajuato. Comencemos: 

Cerca de Salamanca hay 933 hectáreas de tierra que compró el Estado para alegrar el ánimo de Felipe Calderón cuando el entonces presidente jugó una broma: haría una nueva refinería en la entidad que mejores condiciones presentara. De inmediato se alborotó la gallera en el gobierno de Juan Manuel Oliva. El más panista de los estados, el que había logrado la alternancia, seguro tendría el primer lugar en la inversión. 

Juan Manuel Oliva encargó a Héctor López Santillana comprar tierra. El Estado tenía amplias reservas para hacerlo. Tuvieron la torcida idea de inventar una empresa fantasma, con oficinas, nombre y burocracia completa. Le llamaron “Pastas Finas” para disimular la verdadera intención: comprar tierras para la refinería. A los campesinos les dijeron que había interés de esa empresa procesadora de cereales. La malévola intención era comprarles barato porque si les informaban que era para la soñada refinería, los precios se irían al cielo. 

Hidalgo, estado que era entonces priista, también se puso a chambear porque, como Salamanca, también contaba con una refinería, la de Tula. Según nuestra memoria, el presidente Calderón tenía atorados algunos temas con el partido tricolor y, para compensar, le dio el billete premiado. El gobierno de Hidalgo había sido más previsor y, en algún sentido  más honesto: reunió a ejidatarios propietarios de las tierras y les prometió buena paga si firmaban un fideicomiso: si ganaban la simulada competencia, les pagarían generosamente la tierra, si no, todo seguiría igual. La llamada “Refinería del Centenario de Pemex” fue un cuento. Hidalgo construyó una barda alrededor de los terrenos. Fue todo. 

Al final Calderón se olvidó del proyecto, de Hidalgo y de Guanajuato. Solo que en Guanajuato habíamos pagado unos 150 millones de dólares por 933 hectáreas que producían buenas cosechas y ahora quedaban en manos de la burocracia estatal que, a su vez, las transfirió a un grupo de notables para que hicieran campos de experimentación agrícola. 

En lugar de comprar tierra barata hace 16 años, los de “Pastas Finas” pagaron el doble de lo que en realidad valía la tierra de riego (20 mil dólares la hectárea aproximadamente).  Intermediarios privados funcionaron como compradores, una práctica ilegal porque a ellos se les depositaban los fondos públicos que serían dispersados con precios discrecionales a los agricultores vendedores. El Parque Xonotli sigue ahí, entre Salamanca, Villagrán y Juventino Rosas. Durante tres sexenios ha sido tierra yerma y lugar de corruptelas para el erario. Con 900 hectáreas, agua, electricidad y una magnífica ubicación en el centro del estado, Xonotli debió dar frutos por cientos de millones de pesos con sus cosechas. Quienes siembran por esos rumbos lo saben. 

Otra compra de tierra inútil fue la de 25 hectáreas atrás de la presa de El Palote. Juan Manuel Oliva adquirió esos terrenos, la mitad el Estado, la mitad el Municipio de León. Los compró a 90 dólares el metro, un valor extraordinario para el mercado de ese entonces. En esa misma época construyó dos casas en el fraccionamiento Punta del Este, un copropietario del desarrollo había sido el beneficiado de la compra a sobreprecio. 

A la fecha solo se ha construido una escuela en una mínima parte del terreno. El objetivo verdadero del hoy expanista fue algo muy distinto al beneficio público. (Continuará)

 

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