Si alguien organiza una fiesta para cien invitados y llegan 13, no puede decir que su evento fue un éxito. Si un alumno presenta un examen y saca 13 sobre cien, ningún maestro lo aprobaría. Así fue el resultado de la elección judicial y eso sin siquiera fijarnos en Guanajuato, donde apenas votaron 5 de cada 100 electores. 

Lenia Batres, ministra de la Suprema Corte, puede quedar como su presidenta y ocupar el lugar de Norma Piña, quien le corregía una y otra vez los criterios jurídicos que la señora no entendía. Si una mínima minoría de mexicanos decidió el destino del país, con acordeón en mano, no solo perdimos participación, sino calidad de la mitad de quienes tendrán la justicia en sus manos. 
Imaginamos que la primera carga será sobre los funcionarios que actualmente se desempeñan como secretarios de juzgado, proyectistas de sentencias, actuarios y gente que entiende la operación. Podemos decir, sin ninguna duda, que el 99 % de los ciudadanos desconocemos los procedimientos judiciales como para saber quién es competente y quién no lo es. El voto a ciegas o con ayuda de “acordeones” significa algo parecido a la tómbola que usaron los diputados para cortar su carrera a cientos de profesionistas del derecho.

La oposición llama al ejercicio electoral una “farsa”, el grupo en el poder lo denomina un “éxito de la democracia”. La verdad de los hechos es que el Poder Judicial pasó de una independencia republicana a una presumible subordinación al Poder Ejecutivo, o peor aún, a grupos de interés que patrocinaron a muchos de los candidatos electos. 

Del 87 % de los abstencionistas, no creemos que haya el menor orgullo de decir que la Corte la puede presidir Lenia Batres o la ministra Yasmín Esquivel, quien obtuvo su  título de licenciada mediante un presunto plagio de la de otro estudiante. Si solo uno de cada 8 electores decidió el destino del país, fue porque al resto no le gustó el invento, no lo entendió o no tuvo la información de qué se trataba. 

El futuro

Hay quienes votaron con boletas el domingo pasado, según los analistas financieros y económicos, puede haber muchos que votarán con los pies al momento de invertir. Si el Poder Judicial no funciona o empeoran sus decisiones y su operación, será difícil atraer inversión extranjera y también será complicado decir a los empresarios mexicanos que crean en el futuro. Millones de  mexicanos decidieron votar con los pies cuando se fueron del país a trabajar al norte. Perdimos su presencia, entusiasmo y sus sueños ante el fracaso de las políticas económicas y la falta de oportunidades. La falta de justicia también.

En cada recesión, en cada crisis, la migración ayudó a Estados Unidos a fortalecer su economía mientras México perdía mucho a cambio de remesas. El gobierno anterior festejaba los 65 mil millones de dólares al año de remesas, como si no supieran que en un país de oportunidades nuestros paisanos podían producir tres o cuatro veces el monto de esos envíos. 

Cierto, todos los sectores sociales y económicos pedían un cambio en el Poder Judicial, con juicios más cortos, con mejora y simplificación de procesos; también con mayor vigilancia y menor corrupción. El diseño, presuntamente democrático, lo único que logra es la disminución de las expectativas sobre la calidad de la impartición de justicia. Al final, 88 de cada 100 mexicanos no creímos en la pertinencia ni autenticidad de la elección. 

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