Reformar la regulación y fortalecer los servicios de laboratorio clínico en México, modificando la Ley General de Salud, plantea una serie de objetivos ambiciosos en afán de garantizar el acceso equitativo, mejorar la calidad de los servicios y fomentar el desarrollo tecnológico y científico en el sector. Ante el reto e invitación de colaboración publicado hace algunos días en este periódico por el diputado Éctor Jaime Ramírez Barba, es que comparto una reflexión sobre lo expuesto.
Primero, para que estos objetivos sean alcanzables, será fundamental diseñar estrategias de implementación progresiva que contemplen la realidad actual del sistema de salud con todas sus limitaciones en infraestructura, financiamiento y recursos humanos. Colectar información para establecer una realidad a transformar, será trabajo de multitud de personas, instituciones y gobierno.
Hablando del acceso equitativo a los servicios de diagnóstico por laboratorio en todo el territorio, habrá de diseñarse un modelo de distribución de recursos basado en análisis de realidades y necesidades epidemiológicas y geográficas. Fortalecer la infraestructura en centros de salud y hospitales periféricos podría aliviar la sobrecarga en unidades centralizadas, explorando alternativas como pueden ser los laboratorios móviles, el uso de pruebas rápidas, equipos del tipo “point of care” (pequeños, pero de calidad analítica robusta para aumentar el catálogo de analitos), así como el uso de telemedicina, consultoría remota y alianzas público – privadas, las cuales podrían ser estrategias eficaces para atender comunidades alejadas y marginadas.
Hablando de calidad como un objetivo que abarque procesos y procedimientos, así como demostración de competencia técnico – científica en los laboratorios clínicos, esta deberá ser asequible a través de un sistema de acreditación progresiva, que permita clasificar a los laboratorios en distintos niveles, según su capacidad operativa y tecnológica.
Regular de manera gradual y bajo esta visión de capacidades y alcances a los centros de diagnóstico, evitaría que los laboratorios de menor capacidad sean excluidos de manera abrupta del sistema. Será importante también definir de manera puntual cómo y quienes serán los encargados de implementar estándares internacionales como la norma ISO 15189 o las directrices del Instituto de Estándares Clínicos y de Laboratorio (CLSI, por sus siglas en inglés), además de auditar dicha implementación y manutención de los sistemas de gestión de la calidad en los laboratorios.
Este tema no es sencillo, ya que las acreditaciones o certificaciones requieren de un trabajo monumental humano, además de inversión importante en capacitación, instrumentación y la compra y uso de estándares o referencias analíticas.
En el tema de homologación de procesos de colección, resguardo e intercambio de información, trazabilidad de resultados y coordinación interinstitucional, el implementar un sistema centralizado con interoperabilidad, sería una alternativa para mejorar el acceso a información clínica relevante.
Ahora bien, desarrollar metodologías de vanguardia para el análisis de muestras y el diagnóstico de enfermedades, requerirá una inversión obligada y sostenida en investigación y desarrollo. Las alianzas estratégicas con empresas del sector biotecnológico, centros de investigación, universidades y la colaboración profesional, podrían incentivar la adopción de nuevas tecnologías y esquemas de trabajo más eficientes.
Establecer estándares mínimos de infraestructura y modernizar el equipamiento a nivel público y privado, son acciones fundamentales para dar garantía de un correcto funcionamiento, sin embargo, estos requerimientos deben ser acordes a cada nivel de laboratorio clínico. Para dar cumplimiento a lo anterior, deberán de facilitarse esquemas de financiamiento de equipos, arrendamientos, rentas y otros esquemas con empresas proveedoras.
La fiscalización y supervisión de riesgos sanitarios asociados a laboratorios, deberá ser con un afán proactivo, más allá de lo meramente punitivo. El apoyar a los laboratorios para tener una adecuada gestión de residuos peligrosos, protocolos de seguridad y colaboración con la vigilancia epidemiológica, aportará más que el tradicional esquema de suspensión o cierre por hallazgos o no conformidades. Eso sí, las sanciones para establecimientos negligentes o demostrativamente inseguros, deberán ser mucho más severas que incluso las actuales.
Por último y no menos importante, la formación, actualización y remuneración justa del personal de los laboratorios clínicos debe ser una prioridad dentro del sistema de salud. La creación de un programa de capacitación continua en colaboración con instituciones de educación superior permitirá que los profesionales del sector se mantengan actualizados en nuevas metodologías, normativas y protocolos de bioseguridad. La adopción de plataformas de educación a distancia facilitará el acceso a estos programas, especialmente en regiones donde la capacitación presencial es limitada.
El desafío es enorme, pero creo que vale la pena. Aquellos que nos dedicamos al diagnóstico debemos de participar y aportar lo necesario, los ciudadanos exigir lo propio y las autoridades escuchar propuestas sensatas y destinar lo necesario para conseguir los objetivos planteados. Sin diagnóstico, no hay terapéutica, ni estadificación, seguimiento o pronóstico de enfermedades. Tema fundamental, al cual vale la pena dar seguimiento. Es tiempo.
Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor universitario y promotor de la donación voluntaria de sangre.
RAA
