En estos días cobró relevancia la noticia relacionada con la decisión de un director hospitalario de suspender servicios y traslados debido a desabasto y falta de recursos. La justificación del directivo se sustentaba en las agresiones verbales cometidas en contra de los servidores públicos del hospital, por no poder satisfacer las necesidades y expectativas de los usuarios respecto al surtimiento de recetas, además de relatar otras desviaciones relacionadas con esta presión económica.

El caso, efervescente en estos días, seguramente (como otros similares) terminará por apagarse sin que se atienda, discuta y resuelva el grave problema y complejo dilema que representa el desabasto y pobre inversión en salud, los cuales involucran consideraciones éticas, administrativas y sociales, que afectan no solamente a los pacientes y sus familias, sino que repercuten en la percepción pública del sistema de salud y en la confianza institucional.

La causa principal de la suspensión de servicios se relaciona con la carencia de insumos y recursos necesarios para proporcionar una atención de calidad, lo cual puede tener su origen en el suministro (por fallas de la cadena de distribución de insumos médicos o en la relación con proveedores), el presupuesto (insuficiente y asignado de manera inadecuada por parte de las autoridades sanitarias, ya sean locales o federales), gestión interna deficiente (reflejo de problemas en la propia administración hospitalaria o en la planificación y previsión de necesidades) y otros factores externos (como pueden ser cambios en políticas públicas, crisis económicas o imprevistos que afecten la disponibilidad de recursos).

Ahora bien, desde un punto de vista ético, se ven comprometidos principios fundamentales en la atención médica: hablando de la beneficencia y no maleficencia, la suspensión podría justificarse puesto que la falta de recursos pone en riesgo la seguridad de pacientes y clínicos, ya que brindar atención sin insumos adecuados puede causar más daño que beneficio, pero también representa la negativa de atención a quienes lo necesitan, lo cual puede interpretarse como una forma de daño.

La justicia también se compromete, puesto que se afecta de manera sustantiva a la población usuaria, en especial a los más vulnerables que no tienen otras opciones de atención y de igual manera la transparencia y responsabilidad se perjudican, pues parece ser que solamente el director es capaz de comunicar las razones de la suspensión y de ser adjudicado con la responsabilidad de la misma, pero los superiores y otros relacionados callan y son omisos a soportar el peso de esta problemática. Como en otros casos, es evidente que solamente una persona es quien suda la calentura ajena.

Esta suspensión es reflejo de la mala planificación, recortes presupuestales, problemas con proveedores, incorrecta previsión y administración de insumos, falta de coordinación interinstitucional y hospitalaria, ausencia de protocolos de emergencia o de redistribución de recursos, soberbia y silencio de niveles superiores y nula rendición de cuentas, que no solamente se presenta en un hospital, sino que cada vez se hace más palpable en el sistema de salud nacional.

En última instancia, este caso es demostrativo de la importancia de una gestión integral y transparente de recursos en el sector salud, lo inevitable de financiar de manera robusta a los sistemas sanitarios y la necesidad de establecer políticas públicas que garanticen la continuidad de los servicios, incluso en situaciones de crisis. Estos requerimientos básicos, al no ser subsanados, ponen en riesgo las vidas de las personas, la credibilidad y confianza en las instituciones y el futuro profesional de los clínicos. Que un hospital o centro de atención médica suspenda servicios por falta de recursos, refleja el nocaut de los sistemas de salud y es, además, utilizando el lenguaje boxístico, un golpe bajo para la sociedad mexicana. Menester, como ciudadanos, el seguir exigiendo lo justo y aportar lo necesario.

Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor universitario y promotor de la donación voluntaria de sangre.

LALC

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