“Nuestra voluntad y acción, independientemente del resultado, será convocar a una gran unidad nacional”. 

Gabriel Boric, presidente de Chile

 

Los chilenos cambiaron de dirección política a la izquierda porque la mayoría de electores pensó que era necesario. Después de 49 años del golpe militar de Augusto Pinochet, la democracia de ese país había funcionado anclada en una Constitución inspirada en el pragmatismo económico de la dictadura. 

Hace dos años los ciudadanos decidieron escribir una nueva nueva desde cero. Muchos idealistas liberales, ecologistas, indigenistas y socialistas pusieron su toque al documento que ayer se votó. Fue obligatorio para 15 millones participar en la decisión de sí aceptarlo o rechazarlo. A quien no participe le cobrarán una multa de mil 400 pesos mexicanos, aproximadamente. 

La primera buena noticia es que el plebiscito estuvo en calma, con orden y civilidad, la segunda es que, independientemente del resultado, como dijo el presidente Boric, todas las fuerzas políticas buscan la unidad. 

“Las divisiones no nos hacen bien, y cuando nos unimos es cuando sale lo mejor de nosotros”, agregó Boric durante la jornada. Eso no quiere decir que no haya un fuerte debate. La nueva constitución tiene un montón de buenos deseos. Muchos fueron dejados fuera, como prohibir el “neoliberalismo” o estatizar el control de minerales, la biósfera y otras fumadas que no pasaron a la letra final. 

Lo que sí llegó a la votación fue la división de ciudadanos chilenos en pueblos indígenas y los demás. Pongo a la minoría al principio porque la ley, si se aprueba, les daría una autonomía en sus normas y costumbres. Tendrían sus propios jueces y un peso desproporcionado político en función de su número. 

Chile quería un cambio para repartir mejor los frutos de su tierra, rica en cobre y litio, por ejemplo. La juventud, representada por Boric, desea igualar las oportunidades de estudio de educación superior, quería avanzar en los derechos de género y hasta en reglas que antes eran muy mal vistas por generaciones anteriores, como el derecho al aborto. 

Inventar un nuevo país y revertir alguna parte de la libertad económica puede costarle futuro al país más exitoso de Latinoamérica. La prosperidad de años recientes eliminó casi la pobreza al reducirla al 10% de la población. El tono político de las leyes actuales era el liberalismo económico y el pragmatismo estratégico. También el conservadurismo y la influencia de la Iglesia habían impedido, hasta hace un año, la despenalización del aborto. 

El divorcio sólo se permitió legalmente hasta 2004, uno de los últimos países occidentales en hacerlo. 

El periódico El Mercurio reporta que al cierre de la votación en Punta Arenas, el rechazo va ganando. Si gana el rechazo al nuevo documento, las fuerzas políticas tendrán que sentarse a platicar qué sigue. Tal vez sea un acuerdo de evolución constitucional, más que del borrón y cuenta nueva que habían planteado. 

La ex presidenta Michelle Bachelet (partidaria de la izquierda),  llama a dialogar… “seamos capaces de conversar”, dijo durante la jornada. El ex presidente Eduardo Frei,  de la democracia cristiana, quien votará en contra, dijo que “todos tienen que cumplir su rol”. 

Mientras eso sucede, el presidente Boric enfrenta inflación y estancamiento económico, algo a lo que no está acostumbrado Chile desde hace 40 años. Lo bueno es que el joven mandatario entiende el valor de la unidad. “Queremos más democracia, no menos”, dijo durante la jornada. 

El respeto a la democracia y a las instituciones hará que Chile encuentre al tiempo crecimiento y justicia dialogando, como debe de ser. (Con información de El Mercurio y CNN)

 

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