“Durante mi larga existencia he aprendido esto: la vida puede ser hermosa si haces que lo sea”.

Eddie Jaku (1920-2021)

De su libro escrito a los 100 años, “El hombre más feliz del mundo”. 

 

La vida no parece hermosa cuando vemos y leemos sobre los crímenes de guerra en Ucrania, las masacres en Celaya o el infame asesinato de niños de primaria en Uvalde, Texas. Imposible encontrar respuesta a la deshumanización. 

Lo mismo debió pensar el pueblo judío cuando el 9 de noviembre de 1938, los nazis comenzaron su persecución con el “Kristallnacht”, la noche de los cristales rotos. Los alemanes, fanatizados por el nacional socialismo, rompieron tiendas, casas y sinagogas como demostración de su ideología torcida. 

Eddie Jaku, quien llevaba otro nombre en su natal Leipzig, cuenta en su historia cómo perdió a su familia en el campo de exterminio de Auschwitz, donde él mismo estuvo a punto de morir después de haber sufrido lo indecible. Sobrevivió gracias a la compañía de un amigo que lo alentó a no dejarse llevar por la desesperanza y no correr a las alambradas electrificadas, donde el suicidio era automático. Cuando encontró la libertad después de escapar del campo de concentración pesaba 28 kilos, tenía un 65% de posibilidades de morir. 

En 1946 se casó y juró no odiar a quienes habían sido sus compañeros, al país que tanto amaba y la educación que había recibido como mecánico especializado. Pero, como todo el pueblo judío, tampoco quiso ni pudo perdonar el Holocausto, el peor genocidio europeo del Siglo XX. Se mudó a Australia donde comenzó una nueva vida como empresario de bienes raíces. Luego se jubiló para contar su historia y explicar lo que había aprendido de la vida y la posibilidad de ser feliz. Su prédica es sencilla: amistad, familia, tolerancia, cortesía; dar siempre una sonrisa que no cuesta nada. 

El origen de este comentario es la sorpresa de encontrar a alguien que al cumplir un siglo pueda escribir su historia como de pérdida, sufrimiento, descubrimiento y plenitud. La sabiduría no necesariamente se tiene que ir con el paso del tiempo, a menos que nos afecte la demencia senil o Alzheimer. Ayer comentaba sobre la larga vida de Henry Kissinger, quien a sus 99 años tiene una claridad geopolítica como nadie, aunque los ucranios sientan que sus consejos rompen su espíritu de nación. 

Las memorias de Jaku son tan absorbentes que se pueden leer en una sesión. Los libreros australianos le dieron su premio anual a la mejor biografía del año. Una versión abreviada de su historia la podemos encontrar en las charlas TED en YouTube,  donde, aún de pie, logra penetrar el alma de su auditorio con su narración. 

En la presentación de su libro dice: “He vivido un siglo y sé lo que significa ver al diablo cara a cara. He sido testigo de los actos más execrables del género humano, de los horrores de los campos de exterminio, del empeño de los nazis por exterminar a todo mi pueblo. Pero ahora me considero el hombre más feliz del mundo. Durante mi larga existencia he aprendido esto: la vida puede ser hermosa si haces que lo sea.” 

La vida en México y en nuestro Guanajuato se ha degradado por la criminalidad y la falta del estado de derecho. Muchos ven al diablo cara a cara en las masacres, las desapariciones de familiares y la extorsión en el trabajo cotidiano. Tenemos que salir del laberinto. Por el bien de todos, primero la paz. El primer paso es creer que podemos lograrlo. 

Eddie Jaku falleció a los 101 años, rodeado de su familia de 4 generaciones. Su mayor tesoro, su mejor premio por resistir. 

 

 

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