Las ciencias médicas han evolucionado a través de la historia de la humanidad y a últimas fechas parecieran que lo hacen de manera exponencial. El concepto de progreso en medicina es sólido y más que evidente y esto representa un desafío para quienes la practican.
En el transcurso de los tiempos, esta evolución ha marcado situaciones de tratamientos o terapéuticas que ahora suenan descabelladas y que en algún momento se realizaron por desconocimiento, otras por buena fe, algunas por la propia soberbia del gremio y otras tantas por el simple hecho de no tenerse a la mano alguna otra alternativa. En ocasiones, por ejemplo, parecía sensato el tratar de equilibrar los humores corporales como eran la sangre, flema, bilis amarilla o negra, cuyo origen eran el corazón, cerebro, hígado y bazo, con tratamientos como sangrías, uso de algunas hierbas tóxicas o sustancias como el mercurio.
Estas situaciones que ahora son incluso irrisorias, han dejado lugar a nuevos conocimientos que nos permiten dar una atención de mejor calidad a las personas, sin embargo, seguimos en ese camino de transformación.
Parece obvio, más no lo es en la práctica, que las disciplinas médicas son un campo en constante evolución, con nuevas tecnologías, prácticas e innovaciones y es por ello que cualquier persona dedicada a la atención de la salud (médico, enfermera, profesional de laboratorio, etc.) debe entender que su educación no termina cuando obtiene su título de profesional y en cambio, durante toda la vida activa como profesionista, deberá mantener un proceso de educación continua en el afán de proveer en la mayor medida posible, los más elevados estándares de calidad.
Esto es abrumador en ocasiones, pues no pasa un día sin que haya algún estudio médico nuevo o alguna publicación que establezca nuevos avances en las ciencias médicas, aportando nueva base de evidencia que obliga en muchas ocasiones a cambiar esquemas de atención otrora establecidos. Estos hallazgos e innovaciones tienen impacto directo en la forma en que los pacientes deben ser atendidos, evaluados y tratados y por ello los profesionales médicos tienen esa enorme responsabilidad de estar a la par de los cambios, pues es la forma en que de manera confiable podrán otorgar la atención que sus pacientes merecen.
Son muy variables los estándares o requerimientos de la educación continua a través de las diferentes ramas o especializaciones de las ciencias médicas y es importante establecer las ventajas o beneficios competitivos que aporta el participar en educación continua, como son el refinar habilidades y destrezas que mejoren el cuidado general de los pacientes, estar al corriente con las actualizaciones dentro de la especialidad, estar al tanto de los desafíos que se presentan dentro del gremio médico en el día a día, servir como trampolín de crecimiento profesional, cumplir con los requerimientos de certificación, así como ser generadores de aprendizaje sobre colaboración y trabajo en equipo al pertenecer a organizaciones profesionales.
Es por lo anterior que urge, porque esa es la concepción, un sistema homologado, accesible, transparente y robusto, que permita a los profesionales de la salud mantenerse actualizados en los conocimientos de las ciencias médicas, que además sea promotor de actividades de educación e investigación, que colabore y fortalezca a los consejos, asociaciones o colegios médicos de las distintas especialidades y que haga más sencillo, acorde a la realidad socioeconómica de multitud de profesionales sanitarios, poder acceder a este tipo de actividades y en este rubro las universidades (de ramo público y privado) considero podrían jugar un papel fundamental. Importante darle seguimiento a este tema, de relevancia y trascendencia para la sociedad mexicana.
