El brazo derecho elevado sobre las cabezas de los manifestantes se convirtió en un tercer ojo de los cubanos. Transmisores multidimensionales que sorprendieron al mundo porque lo asomaron a la realidad de la isla. Sus portadores son ciudadanos convertidos en cronistas de la rebelión ante la dictadura. 

Algunas son imágenes firmes que describen con claridad lo que sucede con la represión de la policía vestida de civil; en otras tomas la mano tiembla, no sabemos si de emoción o de inexperiencia con un móvil convertido en cámara de video. A ese artefacto, poderosa arma para la denuncia, le fueron cortadas las comunicaciones por la dictadura, sin embargo las imágenes y las crónicas siguen vivas en las redes sociales. No sabemos cómo pero ahí están.

Los rebeldes son una población que ha perdido el miedo porque “se lo comieron de hambre”, porque llegaron al punto de no retorno. Sienten que la otra orilla, la de la libertad, ya no está en La Florida sino en su propio suelo. 

Ayer por la tarde una mujer con voz apasionada gritaba al mundo que Camagüey era la primera provincia libre de Cuba. Según su relato, el pueblo había detenido al representante del Partido Comunista en ese lugar. En otra toma difundida por Twitter, vemos una columna que avanza mientras un puñado de policías los espera. Al llegar el encuentro los agentes no tienen más remedio que abrir paso. La gente, entusiasmada, comienza a gritar: “sí se puede, sí se puede”. 

Las imágenes de ciudadanos convertidos en reporteros también muestran el deterioro físico de La Habana y de las ciudades donde surgen las protestas. Hace 37 años conocí Cuba y la primera impresión fue que el tiempo se había detenido en la isla. No sólo por los viejos autos norteamericanos de los años cincuenta, reliquias bien cuidadas por sus dueños, sino por el abandono de casi todo. Cuatro décadas después la degradación urbana es peor. Las casonas construidas antes de la revolución se caen a pedazos. No hay dinero ni interés por mantener algo que no tiene valor para sus habitantes. La mugre invade todo.

Fuera de Cuba las izquierdas muestran sus infames contradicciones. En España los representantes del Gobierno no se atreven a decir que hay una dictadura. En Argentina el presidente Alberto Fernández finge ignorar la situación de la isla y en México el apoyo oficial es al régimen y no al pueblo que grita “¡Patria y Vida!” y “¡Libertad, Libertad!”.

En esta ocasión hay grandes posibilidades de que la dictadura termine y sería entonces cuando los comunistas de buró en toda Latinoamérica queden al descubierto. Seguro que habría un efecto dominó: Venezuela, Nicaragua, Bolivia y hasta Argentina y México quedarían mal parados en su política exterior de protección y cobertura a un régimen de represión, a una clara dictadura comunista. 

Fotos del Ché y de Fidel tachadas o tiradas al basurero muestran que al final fueron ídolos de barro. Surgirá la verdadera historia de sus crímenes de lesa humanidad. Otro basurero, el de la historia, les espera sin lugar a dudas. En libertad, el pueblo cubano ya no tendrá empacho en relatar la miseria, la represión y la desesperanza que los invadió durante al menos medio siglo. 

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