María del Mar está cansada de esperar la vacuna. La doctora, especialista en medicina pediátrica quería ponérsela en México. Imaginó que el Gobierno respetaría su promesa de atender por igual a médicos del sector salud que a doctores privados. Ella atiende niños que van acompañados de sus padres. Aún con el cubrebocas, la infección le había llegado el verano pasado.
La pasó mal. No tuvo que ir al hospital, vivió dos semanas aislada con bajas de oxigenación, fiebre y dolores de cabeza. No podía ver a su esposo quien es también doctor pero trabaja en el IMSS. Él ya está vacunado aunque también tuvo COVID-19 sin consecuencias.
María del Mar escuchó que vendían pasajes a Estados Unidos, todo incluido. Le pareció caro pero no tanto como para mantener la espera en México. Habló con algunos primos que tienen la misma edad de entre 35 y 40 años para ir en chorcha a Austin. Organizaron su propio itinerario.
Pepe tiene diabetes y está en el grupo de riesgo. Pidió en México por mar y tierra que lo vacunaran. No encontró respuesta. Grande fue su sorpresa cuando en el servidor de reservaciones de Estados Unidos le respondieron que podría ponerse la vacuna a los 30 minutos de haberse dado de alta por su condición vulnerable.
Buscaron y encontraron una tarifa de 8 mil 400 pesos. Tienen ya la cita en Austin. Como ellos, cientos de miles o más mexicanos recurren a Texas y otros estados. Un mensaje con código QR y el nombre del solicitante. Una espera en auto durante media hora y 15 minutos después para saber que todo está bien.
Les pedirán identificación para ver que corresponde con la cita. Puede ser su IFE, la licencia de conducir o hasta la credencial del club de Tobi. Lo que interesa en Estados Unidos es vacunar al mayor número que se pueda en el menor tiempo posible. Porque si no lo hacen las vacunas se pierden.
Desde el presidente Joe Biden hasta los de la policía migratoria saben lo que sucede. “¿A qué viene?”, preguntan con mucha seguridad los agentes y la respuesta siempre es la misma: “de paseo” o de “compras”. Ingenua pregunta, piadosa mentira. Desde que comenzó la pandemia o tal vez desde antes, los estados del sur no recibían tanto avión lleno desde México como ahora.
A los mexicanos vacunados allá los suman a la cuenta de la meta que tuvo desde el 20 de enero el presidente Biden: 100 millones en 100 días. Duplicó la meta. ¿Cuántos mexicanos están en ese número? Tal vez no lo conoceremos nunca, lo que sí sabemos es que fueron y pagaron a United o a American Airlines su boleto, se hospedaron en un Holiday Inn, pasaron por Target o Walmart. Otros irían al “mall” o a un restaurante popular.
Si multiplicamos los viajes por dos, los estados fronterizos están contentos. Una vacuna puede valer entre 10 y 30 dólares. Dos viajes les dejan de ingreso al comercio un promedio de 2 mil dólares. La promoción turística más económica del año para Estados Unidos. Por eso ni pío dicen. Al principio el gobernador de Texas, Greg Abbott dijo que la vacuna sería para los texanos. Luego se le olvidó.
Pepillo Origel fue uno de los pioneros en el viaje por la salud. Todos quienes lo criticaron deben comerse sus palabras porque a él lo siguieron cientos de miles. María del Mar dirá agradecida: gracias señor Presidente, gracias señor Biden.
