Desde hace once años, el 22 de abril se celebra en todo el mundo el Día Internacional de la Madre Tierra, una conmemoración cuya finalidad es concientizar a la raza humana del problema ambiental actual y buscar alternativas para la preservación del planeta. Pero nuestro Presidente AMLO lo echó a perder. En su intervención ante el foro de líderes mundiales, simplemente evadió el compromiso de nuestro País con los acuerdos globales para reducir los Gases Efecto Invernadero (GEI).

AMLO defendió el plan “Sembrando vida”, -que en este espacio he reconocido como una excelente intención de reforestar y dar trabajo temporal a miles de personas-, pero que en la práctica ha tenido resultados desalentadores. Fiel a su estilo (como cuando dijo que el Aeropuerto de Santa Lucía era “el más grande del mundo”) afirmó que su proyecto de reforestación es el “más grande del mundo” (desconoce desde luego, los proyectos de Brasil, de Australia o de Canadá) y una solución de largo plazo para el éxodo de migrantes desde Centroamérica.

“Sembrando vida”, desde diciembre de 2018 ha plantado alrededor de un millón de árboles frutales y maderables, pero lamentablemente con una tasa de mortandad en el sembrado es de más del 50%; ha dado apoyos de 5,000 pesos mensuales a unos 450,000 campesinos que han optado por repoblar sus terrenos en la noble idea es que se pueda dar oportunidades productivas a la población rural por medio de la reforestación. Pero, por conocerlo muy bien, afirmo que el programa provoca el efecto contrario: la deforestación de las selvas y la introducción de especies que son ajenas a los ecosistemas locales, pero más redituables. A la fecha, el programa ya ha deforestado 73.000 hectáreas.

Hoy somos el país latinoamericano con más emisiones de efecto invernadero y AMLO no planteó compromisos concretos de reducción de gases contaminantes ni metas a futuro sobre desarrollo sostenible. Lo triste es que nuestro Presidente inició su exposición hablando sobre el pasado, sobre el petróleo, sobre lo que considero es el origen de nuestros males, el líquido que nos hizo pensar que viviríamos de sus rentas y que es el calvario ambiental que llevamos a cuestas. AMLO dijo que había descubierto tres importantes yacimientos de hidrocarburos, y que el petróleo nos llevará a la autosuficiencia. Me pareció escuchar al Luis Echeverría de mi niñez diciendo que seguiremos generando electricidad con combustóleo, gas y carbón. No mencionó una sola palabra sobre “transición energética”, “energías limpias”, “cambio climático”, exhibiendo su completo analfabetismo ambiental.

Doy un testimonio de vida, de que, en las filas de la izquierda histórica, el amor a la madre tierra siempre estuvo en la existencia de los militantes. Ha sido fundamento de los programas de gobierno en los gobiernos socialistas: en el Chile de Lagos, en el Brasil de Lula, en el Uruguay de Mújica. Por eso, no entiendo a AMLO y su desprecio a las energías renovables, a todo lo que él supone es “pensamiento conservador” como el “desarrollo sustentable”.

Las reformas de AMLO debieron enfocarse a cómo coinvertir con empresarios nacionales para desarrollar la industria de energías renovables y permitir que la sociedad y empresas hagan co- generación, producción independiente y se abra el mercado de los CEL (certificados de energía limpia) y no eliminar, como lo hizo, los fondos del Conacyt para el desarrollo tecnológico en energías renovables. En el Día Mundial, necio, terco, AMLO se apegó a su discurso y no entró en exponer medidas medioambientales concretas, uno de los puntos débiles de su administración, pues insistió en fortalecer a la CFE y a Petróleos Mexicanos sin tocar sus contratos colectivos, para construir refinerías, continuar el megaproyecto del Tren Maya y cerrar la puerta a las energías limpias.

Veo con tristeza y decepción, que AMLO no tiene un plan contra el cambio climático acorde a los compromisos internacionales del País, una de las mayores preocupaciones de las generaciones más jóvenes. Así, seguiremos teniendo malas noticias en esta tierra, como la muerte del glaciar Ayoloco, que muchos de jóvenes disfrutamos. Investigadores de la UNAM colocaron este día 22 una placa en la cumbre del Iztaccíhuatl: “A las generaciones futuras: Aquí existió el glaciar Ayoloco y retrocedió hasta desaparecer en 2018. En las próximas décadas los glaciares mexicanos desaparecerán irremediablemente. Esta placa es para dejar constancia de que sabíamos lo que estaba sucediendo y lo que era necesario hacer. Solo ustedes sabrán si lo hicimos”.

*Consejero local del INE

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