Si bien en México esperamos con ansia las vacunas que detendrán la pandemia y la muerte por el Covid-19, también suplicamos por un remedio que pare la autocracia como sucedió en Estados Unidos. 

Basta escuchar las palabras de Arnold Schwarzenegger para que la piel se nos ponga china. El austriaco norteamericano encendió ayer Twitter con un mensaje alentador para sus compatriotas. Más de 15 millones, hasta el mediodía, habían escuchado la comparación que hace el actor y ex gobernador de California, con el movimiento fascista anti judío de 1938. Le llamaron la “noche de los cristales rotos”. 

Cristales rotos hubo en el Capitolio de Washington, el templo de la democracia. Ciudadanos radicalizados por instigación de Donald Trump, acudieron a la barbarie como lo hicieron los germanos hace 82 años. Según dijo Schwarzenegger, de todo el mundo le llamaban sus amigos para que explicara lo que sucedía. Un hecho incomprensible para todos. 

El actor, con marcado acento alemán, saca una espada de acero, dice que se templa a base de fuego y golpes para hacerla más resistente. Igual la democracia norteamericana ha sufrido embates con guerras y ahora un embate autoritario, autocrático. El “Terminator” usa un arma, un instrumento de lucha. Es su estilo y tiene razón en presentarse como un luchador de mil batallas. 

Sería más ilustrativo decir que el ataque al Capitolio resultó ser una gran vacuna contra Trump y sus seguidores. El virus de la intolerancia, el autoritarismo, la ignorancia y la barbarie logrará la inoculación de esa masa de atrasados norteamericanos. Si el remedio alcanza por la penetración de los medios en el mundo, a México llegará la advertencia. 

En otro error diplomático y estratégico, López Obrador quedó corto y largo. Al no condenar el hecho y decir que no nos metemos, va en contra de la ola mundial de críticas por la invasión violenta del Capitolio y su cuenta sangrienta. Su neutralidad pareció ser la de Francisco Franco, el dictador español. Luego se fue de largo al arremeter contra una empresa privada, Facebook y su capitán, Mark Zuckerberg a quien tildara de “soberbio” por censurar a Donald Trump. 

La democracia en México está acechada por la nueva administración. Un día sí y otro también, los ciudadanos pierden espacios y el gobernante engulle todo lo que quiere. Hasta donde puede. Con Trump tenía el viento a su espalda, impulsando su agenda de caudillo, su estilo de odio a todo quien no esté con él. 

La llegada de Joe Biden puede ser la vacuna que tanto necesita el país para no enfermar como le sucedió a Venezuela y a Nicaragua. Cualquier espectador extranjero que ve a México al detalle, interpreta que la actual administración estaba con Trump. 

El viento en contra de los movimientos antidemocráticos renacerá con la llegada del partido demócrata. Los republicanos ya corren a los rincones, ruborizados por haber apoyado a un Presidente que está fuera de sus cabales. Hay una derrota moral implícita para los ultras, los nacionalistas, los racistas y quienes depositan toda su fuerza vital en un solo hombre. 

La oposición debe henchir sus velas con ese cambio de vientos. Sería malos navegantes si permanecen impávidos ante la guerra interna de Morena, su falta de proyecto y los excesos de su líder, el Presidente. 

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