“Las palabras de un presidente importan, independientemente de qué tan bueno o malo sea éste; en su mejor expresión, sus palabras inspiran, instigan en la peor”. Eso dijo ayer Joe Biden respondiendo a la sectaria turba que fue instigada por Donald Trump a “defender la democracia” ayer en Washington, cuando se celebraba el ritual de certificar el voto del Colegio Electoral, resultado de las elecciones de noviembre. Esa ceremonia hace oficial el sagrado mandato que el pueblo otorga en una democracia.
Hoy está más claro nunca que polarizar desde el poder tiene un costo, que la mentira es el más temible enemigo de la democracia que es frágil; defenderla exige determinación y esfuerzo colectivo. Pero cuando un Presidente pone sus intereses personales sobre los de la nación, cuando añora poder a toda costa y desdeña el mandato de “guardar y hacer guardar la constitución”, los cimientos institucionales de cualquier país se tambalean, incluso los del más poderoso del mundo.
Trump se rehúsa a admitir que perdió la elección por más de 7 millones de votos. Su rabieta insulta a 81 millones de ciudadanos que votaron por Biden. De paso, destruyó al Partido Republicano que queda sin rumbo, después de perder el martes su mayoría en el Senado.
Trump es sólo el quinto Presidente que no logra reelegirse en 100 años. En forma alarmante, la semana pasada se filtró la conversación donde presionaba al secretario de Estado de Georgia -republicano-para que, ilegalmente, revirtiera el resultado de la elección. Tal vez hizo lo mismo, sin éxito, en los otros estados bisagra que perdió. Y, finalmente, presionó a Mike Pence, su vicepresidente, para que en la ceremonia del miércoles rechazara los resultados estatales, cuando su función oficial era sólo leerlos.
Trump trató de robarse la elección que perdió. Pero, para justificarlo, sin la más mínima prueba convenció a sus crédulos seguidores de que sufrió una gran conspiración del “Estado profundo” (su versión de la Mafia del Poder) para desconocer su “triunfo”.
En forma increíble y preocupante, López Obrador se identifica con el patán que ocupa la Casa Blanca, y parece decidido a buscar pleito con el Presidente electo que la ocupará en dos semanas. Después de que Morena pasó la ley que restringe la presencia de agentes extranjeros en México y propuso una reforma a Banco de México que lo expone a operaciones de lavado de dinero, la oferta de asilo a Julian Assange es la más torpe provocación al gobierno vecino.
AMLO necesita un nuevo enemigo, un nuevo pretexto para fracasar. Si los cubanos llevan 60 años culpando al “bloqueo” de su colosal colapso, ¿por qué no imitarlos? Porque ellos no tienen 3 mil kilómetros de frontera, ni 614 mil millones de dólares de intercambio comercial anual. Porque después de que nuestra economía mostró su peor caída en casi un siglo en 2020, nuestra única posibilidad de alguna recuperación provendrá de que aprovechemos, como rémoras detrás de un gran pez, la robusta recuperación que se espera de las manufacturas estadounidenses.
AMLO se equivoca si cree que enemistarse con Estados Unidos le da suficiente capital político para excusar la debacle económica y sanitaria en que nos metió. Sería un error histórico atizar las llamas del antiamericanismo tan arraigado entre su base, ese sí es un tigre que no queremos despertar.
Un Presidente decente reemplazará el 20 de enero al epítome de la indecencia en Estados Unidos. Regresa un gobierno profesional que intentará revertir la destrucción de Trump adentro y afuera. EU regresará al Acuerdo de París para contener el cambio climático, y a la Organización Mundial de la Salud cuando la peor pandemia en un siglo nos azota.
López Obrador cometerá su más grave error si le da la espalda. Biden conoce bien a México y le importan los temas laborales, ambientales y de derechos humanos sobre la mesa. No estará dispuesto a ignorarlos. La sociedad civil de México quizá encontrará a su más poderoso aliado.
López Obrador nos ha demostrado que siempre es capaz de sorprendernos con decisiones sin sentido y con infinita capacidad destructiva. Ojalá esta vez no lo haga.
