Para Ernesto Zedillo Ponce de León no había alternativa: o apretaba la economía y hacía lo debido después del “tequilazo” o el país se iba al precipicio. Sabía el costo que tendría esa decisión sobre su popularidad. Cuidó al país y se olvidó de sí mismo.
El fruto del patriotismo del expresidente es el legado de estabilidad económica y crecimiento de dos décadas. Por desgracia sus sucesores tomaron decisiones populistas, no enfrentaron los cambios que el país necesitaba y prefirieron mantener la popularidad al crecimiento y desarrollo.
El sexenio de Zedillo terminó con un crecimiento de 19%. Vicente Fox, con todo y la bonanza petrolera y el crecimiento mundial, apenas llegó al 12%. Felipe Calderón tuvo la pandemia y la “Gran Recesión” y apenas pudo alcanzar un 11%. Con Enrique Peña Nieto, a pesar de la corrupción y su ausencia política en la segunda parte de su mandato, se logró crecer la economía un 13%. Sus reformas económicas apuntaron hacia el futuro abriendo competencia, mercados y participación privada en varios sectores.
Al revisar la economía del país y las decisiones que tomaron los partidos, debemos recordar que Zedillo propuso la apertura de la industria eléctrica desde la mitad de su sexenio. Los panistas que formaban mayoría con el PRD y otros partidos, asumieron la decisión más idiota de su historia: se opusieron. Las consecuencias las tenemos reflejadas ahora en un rostro que representa el estatismo y la corrupción personal: Manuel Bartlett.
Si el PAN hubiera apoyado a Zedillo, el país habría crecido más y no estaríamos sufriendo las barbaridades de la ideología estatista de Bartlett, Nahle y los de Morena, que van en reversa a toda velocidad. ¿Quién se acuerda el desastre que era Teléfonos de México antes de su privatización? La decisión de Carlos Salinas de Gortari de desprender a Telmex del Gobierno fue la correcta y nadie lo lamenta. El sector telecomunicaciones dio buena parte del crecimiento que tuvo el país en el último cuarto de siglo.
Pero regresemos al tema de la banca. Gracias a Zedillo y a los tres sexenios siguientes, la banca se fortaleció al grado de ser una de las más sólidas del mundo. Cuando en Estados Unidos vino la crisis del 2008, su gobierno tuvo que hacer una inversión de 700 billones de dólares para que no quebraran los bancos después de que Lehman Brothers se había derretido con inmensas pérdidas. En México no hubo necesidad.
Pero la “Gran Recesión” palidece frente a la crisis del Covid. En 2009 decrecimos el 7 por ciento también, pero al año siguiente el país retomó el paso y se sostuvo durante 10 años. Ahora los riesgos son mayores. Alejandro González de León, gobernador del Banco de México, lo sabe. Una corrida bancaria sólo se resuelve con la inyección de todos los fondos públicos necesarios.
La posibilidad de más quebrantos bancarios como el de FAMSA no es tan remota si el Gobierno no apuntala el incipiente crecimiento con un extensivo apoyo a pequeñas y medianas empresas. Pequeños bancos zombies pueden desaparecer sin mayor problema, pero si la gangrena que hay en muchos sectores como el turístico y de servicios crece, le pegará duro a la banca. Quienes saben de economía, cómo extrañan al Gran Zedillo.
