Pasaron varios meses ya desde que los padres con hijos enfermos de cáncer piden ayuda desesperados. Escuchamos y vemos desde varias regiones del país el lamento constante. ¿Qué puede ser más doloroso y desolador que ver la vida de un hijo extinguirse sin remedio?
En los hospitales del IMSS no hay medicamentos de quimioterapia; en los centros oncológicos más avanzados sufren desabasto. Los padres tienen que recurrir al contrabando, a farmacias que, por falta de abasto normal, multiplican sus precios por la escasez. Pasó con los fármacos que ayudan a sobrellevar el Covid y pasa con todo aquello que la Cofepris atora en fronteras con una burocracia insensible, por decir lo menos.
En el fondo el problema es una disputa ideológica que estropea la administración pública federal. El modelo estatista sacado del pasado pretende componer todo con la intervención directa del Gobierno. Hay una desconfianza profunda en el mercado, en el llamado “infierno neoliberal”. Remediar el alto costo de los medicamentos y su distribución desde una planificación central da por resultado un modelo obsoleto e ineficaz que ya produce dolor y muerte.
El rompimiento de la logística de producción y distribución bajo reglas del mercado que quiere controlar el Gobierno crea escasez. En un sistema tan complejo donde hay cientos de claves de medicamentos, múltiples laboratorios proveedores y 4 distribuidores, resulta suicida reventarlo. Comprar en el extranjero a proveedores que ni siquiera se conocen para debilitar a monopolios locales reales o imaginarios no puede hacerse a martillazos.
Lo dramático es que en el IMSS hay recursos para atender el problema y el Gobierno puede recurrir a cualquier préstamo o fondo para pagar los medicamentos. No es un problema de dinero sino de administración. La mejor forma de controlar el abasto de un bien escaso es abrir los mercados, no cerrarlos. ¿Por qué el Gobierno tiene que ser el “agente de compras” en el extranjero? Lo más sencillo es permitir que cualquier laboratorio de cualquier parte del mundo ofrezca sus remedios aquí, siempre bajo la verificación de calidad de Cofepris.
Desechar todo modelo que funciona porque fue concebido en administraciones anteriores es tirar décadas de esfuerzo. Al tiempo la administración de López Obrador topará con pared y los efectos de querer controlarlo todo producirán pobreza, escasez y sufrimiento. Y si la intención es encerrar a México y modelar su futuro en una ideología anti neoliberal, ¿para qué celebrar el T-MEC?
Las contradicciones internas y externas de Morena serán arena entre los engranes de la economía. Tan sólo permitir que un puñado de pobladores en Sonora detenga los trenes con las exportaciones porque se les da la gana, prende focos de alarma.
¿Por qué unos cuantos pueden impunemente detener los bienes producidos por miles de mexicanos que dependen de ellos para vivir? Inexplicable.
La administración de una empresa, gobierno u organización tiene restricciones inherentes. Ningún líder puede decir desde el poder: “esto se hace porque lo mando yo” si no hay sustento técnico racional. La experiencia y el conocimiento son indispensables para tomar decisiones. Si la arbitrariedad prevalece con un centralismo trasnochado, el resultado será un camino hacia la perdición. Los niños enfermos de cáncer que mueren por falta de quimioterapias son una amarga cuenta para todos quienes en el sector salud callan y ocultan la tragedia.
