La mayor virtud de un político es poder unir a su gente para enfrentar la adversidad. Sabemos por la historia y el cine del talento de Winston Churchill para unir a Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial con su famoso discurso:

Les prometo sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”.

Mientras otros políticos sugerían otorgar concesiones a Alemania, el viejo zorro estaba convencido de nunca ceder, nunca, nunca, nunca.

Hoy que enfrentamos la mayor amenaza de salud pública de nuestra historia reciente, que intuimos la complejidad económica a la que nos enfrentaremos, vale la pena aprender lo que otras naciones hacen para salir adelante. Igual que Churchill, Lee Hsien Loong, primer ministro de Singapur, llama a toda la población a unirse para ganar la batalla al Covid-19. 

En un discurso de 13 minutos explica los 3 frentes de batalla que tiene su país. El primero es el problema médico. Habla con claridad y honestidad cuando dice que tardarán un año o más para vencer la epidemia. Va para largo. Por eso sugiere las medidas indispensables de higiene personal, el establecimiento de protocolos de cuarentena y las medidas para reducir el contagio en reuniones sociales.

Explica que los grupos que han enfermado en su país están identificados por eventos en iglesias y en reuniones. Los llamados “clústers” de infección se dieron en celebraciones religiosas en iglesias. Así sucedió también la irrupción en Corea del Sur. No es un asunto de religión sino de reunión.

El Papa ya no da sus palabras a multitudes en San Pedro, por ejemplo. Lee, sugiere que los feligreses hablen con los líderes de sus iglesias para evitar contagios. 

El segundo frente es el económico. Singapur, como todo el mundo, será golpeado duro por la pandemia. Como tienen bastantes recursos, inyectarán a la economía el equivalente al presupuesto de Guanajuato, unos 80 mil millones de pesos. Prestarán recursos a las empresas para que no se queden sin liquidez y el gobierno les dará dinero para que mantengan la planta laboral. Quienes no tengan trabajo serán capacitados mientras la economía vuelve a estar en pie. 

El ahorro de la isla equivale a 2 veces lo que producen cada año, unos 600 mil millones de dólares. Es una de las pocas naciones que nunca tiene déficit, salvo en casos de emergencia como el que vivimos. Resueltas las urgencias de la economía, el tercer frente está en el problema psicológico. 

El mundo está en shock y todos sufrimos angustia, temor por el futuro y en casos extremos, depresión. Para aliviar esa sensación no hay como la unión familiar, social y nacional. El énfasis al final de su discurso es la solidaridad y la resiliencia de un pueblo heterogéneo en raza, religión y cultura. Los une el idioma inglés y el orgullo de ser una de las naciones más ricas, educadas y avanzadas del mundo.

Con apenas una superficie de dos tercios del tamaño del municipio de León y una población poco menor a nuestro estado (5.7 millones), logra, hasta hoy, mantenerse sin muertes por el virus. Aunque sólo tienen 187 infectados, saben que será imposible no tenerlas en el futuro. 

¿Cuánto vale la unión, la solidaridad y la entereza de un pueblo ante la adversidad? ¿Cómo lograr que el discurso político cambie y podamos enfrentar la pandemia unidos, sin dejar a nadie atrás ni a un lado? (Continuará)
 

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