El otro día estaba pensando sobre el impacto que tenemos en el mundo. Me encontraba en un parque mientras veía pasar la película de 101 dálmatas frente a mis ojos. Puros seres humanos impregnando a su perro con la personalidad de un humano.

Pues eso, que mientras veía pasar dálmatas con gorros, labradores con pañuelos y galgos con collares más elegantes que mi propia persona pensaba si mi impacto era positivo o negativo. Vete tú a saber por qué.

Tampoco estoy diciendo que todos tenemos que ir por la vida presumiendo nuestros valores como las personas a sus perros. “Hoy me siento donadora de glóbulos rojos, voy a pasear mi antebrazo con curita pa´que todos se enteren de que llevo la generosidad en la sangre”. O, “Soy tan, pero tan buena que publico mis actos caritativos a punta de 20 stories por minuto”. Y ahora que lo pienso, podrá incomodarme eso, pero ¿quién soy yo para decir lo que es bueno?

Después de acariciar a un Golden Retriever hasta el punto que la dueña me ofreció pasearlo, continué con mis cavilaciones mentales.

Definitivamente me cae bien la gente que lo hace por el mero hecho de lanzar piedras a un estanque. No, no literalmente. Pero aquellas personas que hacen las cosas porque así les nace y si no a la primera, después de muchos días de lucha.

Me cae bien la gente que se levanta con una meta en la cabeza y sus acciones demuestran más que sus palabras. Me cae bien la gente que lucha, desde su trinchera, sin aplausos ni trompetas de fondo.

Admiro a los que no necesitan que el de al lado le recuerde lo buena persona que es. Así sin más… Los que no hacen sentir mal al que piensa diferente. Los que no van imponiendo lo que es o no es. Los que van por la vida sin molestar al de al lado o decirle cómo debe de ser.

Y sé que me falta mucho por estar de ese lado. Sé que caigo mucho en decir (muy segura de mí) lo que me gusta y lo que no para que la madurez de tres años más tarde se ría de mi versión actual.

Porque al final todos somos una piedra que cae en un estanque y produce la cantidad de ondas que le alcanza, para que, tiempo después, volvamos a producir otras de magnitud similar pero no idéntica.

Así que, si nuestra llegada es invariable, ¿por qué no respetar las ondas de cada uno?

“¿Oye, me puedes devolver a mi perro?”.

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