Y como siempre: al Mundial van todos, pero lo ganan los mismos.

Al futbol le conviene que gane siempre el mejor, y ganó Francia.

Pero al mundo a los aficionados y también al futbol le convienen más, muchas más historias como la de Croacia.

Los goles los puso Francia, la épica, el juego, lo puso Croacia.

Los títulos se levantan ganando finales, y Francia ganó la segunda en 20 años.

Pero Croacia construyó desde la cancha, desde su camiseta, una fascinación por su arrojo, por su valentía por siempre venir y pelear 90 minutos y más, mucho más. Porque como pueblo están acostumbrados a luchar, siempre luchar, aunque las batallas lleguen en juegos determinantes hasta los tiempos extras.

Europa domina el juego, no cabe duda, desde el 2006 el trofeo de la FIFA está sólo en las vitrinas de equipos del viejo continente: Italia, España, Alemania y ahora Francia. Es donde se juega el mejor futbol. Por mucho. Donde el negocio ha evolucionado y donde también tiene sus más grandes paradigmas.

Pero ahora también se ha robado las historias que vencen, que convencen y convocan. Croacia nos ha regalado un momento, un espacio para cerrar los ojos y recordar sí a una Rusia rendida a los pies de una impresionante Francia, pero también un Mundial de rebelión, de insurrección, de auténticos partisanos de la FIFA que supieron poner al servicio de su férrea voluntad y entrega el talento de su juego.

Alzar la Copa del Mundo es un gran mensaje: poder, jerarquía, raza, talento, calidad; pero no es el único mensaje que nos da un evento que reúne personas, razas, idiosincrasias distintas. Cierto, no basta con ser diferente, no ser favorito, y llegar a una final; para ganar hay que imponerse. La letalidad con la que Francia jugó la final es digna de alabarse y recodarse por muchos años, pero el heroísmo, la estoica, con la que afrontaron los croatas este torneo, debe ser el estandarte de este deporte.

Para los próximos mundiales, los participantes aumentarán de 32 a 48, y hoy por hoy no se ve quién pueda romper la hegemonía de los europeos. Las grandes potencias parecen no tener competencia para perpetuarse como los mejores del mundo y no se ve cómo al aumentar los participantes aumente la calidad.

El juego sigue siendo dominado por los mismos, pero el ejemplo que han dado los croatas en esta Copa es la chispa que puede encender la revolución. Su historia reivindica este deporte entre las naciones que suspiran por conquistarla.

Seguirán los Mundiales, seguirán participando muchas selecciones y la seguirán ganando las mismas, pero selecciones como Croacia dignifican el juego, crean afición no a un equipo, sino al juego y todo lo que rodea.

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