Durante el periodo de elecciones presidenciales en Estados Unidos, ciertos desplantes son habituales. Muchos dijeron en redes sociales: “¡Me mudo a Canadá!” tras conocer los resultados del Supermartes, del que salieron victoriosos Hillary Clinton y Donald Trump.
Esa noche Google registró un aumento significativo en las búsquedas con la frase “mudarse a Canadá”. Pero algunos reportes fueron exagerados, como el que no se podía tener acceso a la página canadiense de migración por la cantidad de visitantes que tenía. La agencia explicó que el percance se debió a otro problema técnico.
Desde luego que este alboroto es pura palabrería. La historia política más reciente de Estados Unidos está plagada de promesas vacías de autoexilio hechas por los que están en el bando perdedor (como Eddie Vedder, Robert Altman y Rush Limbaugh, entre otros).
Pero en esta elección la desesperación se debe, sobre todo, al ascenso político de Trump. Miles de estadounidenses, incluidas algunas celebridades, afirman que están explorando sus opciones.
“Nuestros teléfonos están como locos por tanto estadounidense que llama”, comentó esta semana David Aujla, un abogado de inmigración que vive en Vancouver. “Yo decía que George Bush era mi mejor aliado, pero Donald Trump tomará esa posición tan pronto sea el presidente”.
Desilusión política
Junto a esto, el auge del gobierno de Justin Trudeau, de izquierda, ha creado la mezcla perfecta para las expectativas de los liberales estadounidenses que buscan una nueva vida al norte de la frontera. También ayudan los paisajes deslumbrantes y un sistema de salud que te acompaña de la cuna a la tumba.
Julian Dotson, partidiario de Bernie Sanders que vive en Medford, Massachusets, dijo que él y su novia han estado viendo lugares en Toronto y Nueva Escocia. Aseguró que no es una amenaza en vano: si Sanders pierde, ellos empacan. El joven, de 22 años, explicó que en algún momento espera casarse y formar una familia.
“¿Quién quiere hacer eso aquí? Para nada somos ricos. Pero haré todo lo que esté en mis manos para irme de este país si parece que nunca va a cambiar”.
Hay pocos datos confiables sobre el número de estadounidenses que han huido a Canadá a causa de la desilusión política. La única vez que hubo un aumento claro de migración estadounidense al norte fue durante la Guerra de Vietnam, cuando miles de jóvenes querían evitar ser reclutados por el ejército.
Algunos especialistas han relacionado el aumento en la migración hacia Canadá en 2005 con la reelección de George W. Bush un año antes, mientras Estados Unidos estaba inmiscuido en dos guerras. Pero cualquier afirmación sobre los motivos del traslado sólo se basa en anécdotas, explicó Janice Stein, profesora en la Munk School of Affairs de la Universidad de Toronto.
Al parecer, para algunos de la última tanda de posibles expatriados, el recelo ante la candidatura de Trump es un aliciente más para moverse en la dirección que ya habían contemplado.
No será fácil
Rob Calabrese, locutor de radio en Nueva Escocia, comentó que había recibido más de tres mil preguntas de gente como Julian Dotson después de que el mes pasado montara, a modo de broma, una página web en la que invitaba a los estadounidenses que estuvieran en contra de Trump a mudarse a Cabo Bretón, una isla a lo largo de la costa del Atlántico cuya población ha disminuido junto con las industrias.
Pero los abogados de migración advierten: no será fácil.
Un periodo que inició en 2006 con un gobierno canadiense conservador reestructuró el sistema de inmigración para que hubiera mayor enfoque en jóvenes profesionistas y trabajadores capacitados que ya contaran con una oferta laboral.
A menos de que cumplas con esas categorías, como ser un estudiante de educación superior o estar capacitado para la lista de profesiones que se encuentran bajo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, quizá no tendrás suerte. Y los abogados dicen que si lo que quieres es jubilarte en Canadá, mejor lo olvides.
Hábitos raros
Aujla comentó: “He llegado a tener estadounidenses que creen que basta con cruzar la frontera. Les sorprende: ‘Ah, ¿me tienen que aprobar?’. Sí, por supuesto que hay un proceso que aprobar”.
Incluso a los que sí cumplen con los requisitos les esperan seis años, o más, de papeleo y de vivir con el equivalente canadiense a una green card para reunir los requisitos de residencia. Para entonces, la presidencia de Trump o Clinton quizá ya haya terminado.
Si esta limitante no basta para ponerle un alto a los que aspiran a convertirse en canadienses, hay otros obstáculos.
Margaret Wente, una columnista nacida en Estados Unidos que trabaja en The Globe and Mail de Toronto, nos ofreció algunos datos sobre posibles frenos. No hay buena comida sureña, una casa en Vancouver cuesta 2.4 millones de dólares y el invierno dura seis meses. Además están las diferencias culturales: “(Los estadounidenses) tendrán que aprender algunos hábitos locales raros, como pedir disculpas al chocar con alguien en la calle”.
