Un Papa que sonríe, que da las buenas tardes, que hace una broma apenas unos minutos después de recibir sobre sus hombros el peso entero de una Iglesia lastimada, que pide la bendición antes de darla, que es jesuita como tantos otros que consiguieron hacer caminar de la mano la fe y el conocimiento, que vivía en un apartamento en vez de en un palacio cardenalicio y se montaba en el transporte público para ir a confortar a los enfermos y a los pobres, un Papa que hace ocho años pudo serlo y dijo que pase de mí este cáliz, un Papa que viene del nuevo mundo, que tiene cara de buena persona y que elige el sencillo nombre de Francisco, es una oportunidad a la esperanza.
Para los católicos y para quienes, desde la orilla de la duda o del descreimiento absoluto, desean que la Iglesia abra las ventanas y se dedique, de una vez, a remar al lado de los hombres. Sólo el tiempo dirá si, efectivamente, el argentino Jorge Mario Bergoglio, de 76 años, es el Papa que estaba esperando el mundo, pero el miércoles por la noche, frente a Roma rezando por él en silencio, logró ganarse su oportunidad.
Hace sólo dos días, cuando los Cardenales, con toda la pompa y el boato de que es capaz el Vaticano, fueron entrando en la Capilla Sixtina y jurando sobre los Evangelios, no había mucho que celebrar. Las quinielas decían que para sustituir a Benedicto XVI -el Papa teólogo que no pudo con las intrigas de la Iglesia- habría una pugna muy cerrada entre un Cardenal italiano representante del poder y del dinero y un brasileño preferido por la curia. La única y débil esperanza era que tal vez ese Cardenal estadounidense con cara de simpático y sandalias de franciscano consiguiera engatusar al Espíritu Santo. Después de Juan Pablo II, el Pontífice carismático que encubrió a Marcial Maciel y sus vicios, y del fallido Benedicto XVI, la Iglesia golpeada por los escándalos del poder y del dinero necesitaba un revulsivo, pero esa procesión de hombres ancianos vestidos de púrpura no era una llamada a la ilusión. Sin embargo, el miércoles por la noche, cuando los restos del humo blanco aún vagaban por la orilla del Tíber, todas las campanas de Roma se pusieron a sonar y se abrieron por fin las cortinas del Vaticano, la sorpresa estaba allí.
El Papa -que sólo tiene un pulmón, ya que perdió el otro a causa de una infección infantil- sonreía. Parecía tranquilo. Habló tranquilo. Lo primero que hizo fue dar las buenas tardes. Lo segundo, gastar una broma: “Queridos hermanos y hermanas. Sabéis que el Papa es Obispo de Roma. Me parece que mis hermanos Cardenales han ido a encontrarlo casi al fin del mundo. Pero estamos aquí, y os agradezco la acogida”.
Ya en ese momento, Jorge Mario Bergoglio, que será Papa bajo el nombre de Francisco, se había ganado a la parroquia. A la suya y a la ajena. A la suya porque estaba aquí, sobre la plaza de San Pedro, saltando de alegría, y a la ajena porque bastaba un vistazo rápido a Twitter para comprobar que muchos de los que hasta hacía un momento bromeaban sobre la relativa importancia del nombre del nuevo Papa -“será un varón, anciano y tal vez católico”- se quedaban impactados ante las buenas maneras, de párroco de pueblo más que de Sumo Pontífice, del argentino. El primer latinoamericano, el primer jesuita, el primer Francisco.
Todavía desde el balcón, Francisco quiso hacerse cómplice de la infantería de la Iglesia: “Comenzamos este camino, Obispo y pueblo juntos”. Hace cuatro años, en octubre de 2009, el cardenal Bergoglio alzó la voz con dureza para criticar al Gobierno argentino y también a la sociedad por no impedir el aumento de la pobreza. Una pobreza que definió como “inmoral, injusta e ilegítima”, impropia de un País tan poderoso. “Los derechos humanos”, dijo, “se violan no sólo por el terrorismo, la represión y los asesinatos, sino también por estructuras económicas injustas que originan grandes desigualdades”.
El ahora Papa fue provincial de los jesuitas argentinos desde 1973 hasta 1979, durante el inicio de la dictadura militar y de aquellos tiempos llegan todavía sin aclarar rumores de posible connivencia con el Gobierno.
“Hay aproximadamente 150 mil millones de dólares de argentinos en el exterior, sin contar los que están fuera del sistema financiero, y los medios de comunicación nos dicen que siguen yéndose de Argentina. ¿Qué se puede hacer?”, se preguntó, “¿para que estos recursos sean puestos al servicio del País, en orden a saldar la deuda social y generar las condiciones para un desarrollo integral?”.
“Primero, antes de que el Obispo bendiga al pueblo, yo quiero que recéis para que el Señor me proteja”
El Papa Francisco
La elección de Bergoglio ha sido más corta de lo que se esperaba. No hay que olvidar que el Cónclave se inició bajo el signo de la división después de 10 reuniones muy intensas del Colegio Cardenalicio -formado por los 115 electores más los cardenales mayores de 80 años- en las que 161 purpurados alzaron su voz para hablar de la situación de la Iglesia. Aunque, al inicio de los encuentros, los cardenales prestaron juramento de no filtrar a la prensa el contenido de las discusiones, enseguida se supo que los temas más candentes fueron la necesidad de reformar de la curia.
La Iglesia, venía a reconocer sus responsables, necesitaba un fontanero, un bombero, un albañil, alguien que lograra apuntalar las ruinas y esperar a que vinieran mejores tiempos para volver a alzar el vuelo.

El Papa que se hace la comida

Jorge Mario Bergoglio es, ante todo, un sacerdote que cree en el poder de la oración y lo transmite tanto en el trato con los demás como en las decisiones que toma. Hasta que comenzó el Cónclave, vivía solo en una habitación de la segunda planta de un anexo a la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, un lugar cuyo funcionamiento es una buena muestra del carácter de quien hasta anoche era su titular: una Iglesia abierta durante todo el día en cuyas dependencias se realizan actividades de ayuda social y al mismo tiempo se cuida extremadamente la liturgia, desde las misas, a la exposición permanente de la forma consagrada o la presencia ininterrumpida de sacerdotes confesando.

Cuando fue creado Cardenal en 2001, el flamante Pontífice no encargó vestimentas nuevas, sino que pidió que se arreglara todo lo que se pudiera aprovechar de su antecesor. Fiel a esta sencillez, en su primera aparición pública como Papa, Francisco ha utilizado solamente la sotana blanca, sin otros revestimientos propios de su nueva dignidad. Es más, el maestro de ceremonias, monseñor Marini, le tuvo que alcanzar a toda la velocidad la estola para que impartiera su primera bendición.
Pero la sencillez del nuevo Papa no debe ser interpretada como candidez o debilidad. Todo lo contrario. El Papa Francisco se inclina humildemente ante el pueblo de Roma y pide su bendición, pero el Cardenal Bergoglio se ha mantenido firme ante los Gobiernos de Néstor Kirchner, primero y de su mujer Cristina Fernández, después, hasta tal punto que Kirchner decidió cambiar el lugar al que acudía como Presidente al tradicional tedéum con motivo de la fiesta nacional para no escuchar los reproches del Cardenal.
Con la oposición argentina desarbolada, Bergoglio se convirtió en la única persona de Argentina ante la cual el Presidente tenía que escuchar en público y sin réplica una crítica feroz a la pobreza y creciente desigualdad social que atravesaba el País. Una versión muy diferente del triunfalista discurso peronista oficial.
El nuevo Papa da mucha importancia a los símbolos y ha rescatado algunos de la antigua tradición cristiana caídos en desuso en los últimos años, como el que los sacerdotes impongan las manos sobre la cabeza de los fieles al final de algunas misas. En esa misma línea de defender la ortodoxia se ha mostrado tajante ante las autoridades civiles en materia de aborto y uniones homosexuales.
De carácter reservado, sabe convertir en una ceremonia íntima desde una misa en la Catedral a un bautizo familiar. No es descartable que sorprenda alguna vez a sus asistentes personales -la conocida como familia pontificia-, cocinando. Entre otras cosas el Colegio Cardenalicio ha elegido a un Papa que se hace la comida. Más difícil lo tendrá ahora para caminar esquivando viandantes, como solía hacer hasta hace 10 días por las calles de Buenos Aires. Y presenciar en directo los partidos de su equipo: el San Lorenzo de Almagro.
Horas antes de la fumata blanca, su oficina de prensa convocaba a una misa ayer para iluminar a los Cardenales a elegir Papa.

El dato…
LO QUE NO SABÍAS

-Le extirparon un pulmón por una enfermedad que sufrió de adolescente.

-Con su elección, se reconciliarían dos tendencias: el retorno de los papas italianos a la Iglesia y la consagración de un Santo Padre del mundo en desarrollo.
-Recibió la mayor cantidad de votos después de Joseph Ratzinger.
-Tiene una aguda sensibilidad política y humildad con sus colegas.
-Es discreto y su personalidad es la antítesis del esplendor de la Santa Sede.
-En reuniones con obispos siempre se sienta hasta atrás.
-Modernizó la Iglesia argentina, que era de las más conservadoras.
-Durante años se movilizó en transporte urbano y él se cocinaba.
-Sergio Rubín es su biógrafo oficial, quien escribió “El jesuita”, su biografía autorizada.
-Los críticos lo acusan de no haber enfrentado públicamente a la dictadura militar de 1976-1983.
-Los católicos siguen comentando su discurso del año pasado en que acusó de hipocresía a otros religiosos por olvidar que Jesucristo bañó a leprosos y comió en compañía de prostitutas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *