La comida favorita de Eduardo González Vega, de 22 años, es el huevo con jitomate, cebolla y chile, cada que se le antoja va a la cocina y lo prepara solo, algo que para su familia es un logro de muchos años de trabajo.
Y es que Lalo tiene retraso mental, una discapacidad que desde los 3 meses fue detectada por los médicos, que lo confinaron a ser dependiente de sus padres y hermanos.
Este diagnóstico sería su realidad si no hubieran luchado por que se desarrollara hasta lo que ahora es, un joven que puede cocinarse, bañarse y no depender de nadie para sus actividades.
María de Jesús Vega Sinesio, ama de casa de 46 años, es su madre y contó cómo desde el vientre se dio cuenta de que Lalo no estaba del todo bien, aunque los estudios no indicaban nada malo en él.
“Me di cuenta de que Lalo tenía retraso mental cuando tenía 3 meses, aunque durante el embarazo casi no se movía, mi primer hijo se movía mucho y con él no era igual, eran movimientos muy lentos, el ginecólogo me dijo que todo estaba bien, le hacían ultrasonidos y lo checaban, me dijeron que todo estaba normal, nació con el cordón umbilical enredado pero no noté nada diferente en él”, señaló.
Fue a su tercer mes cuando María de Jesús pensó que había algo que no estaba bien, pensaba que no veía o que no escuchaba como los demás, por su tranquilidad, algo que no notó en su primer hijo.
“Lo internaron porque tenía calentura, y ahí fue cuando el niño no se sentó y el doctor se dio cuenta, no tenía fuerza en el tronco, sus pies no tenían fuerza tampoco, parecían calcetines, la cabeza se le iba para atrás y no podía estar sentado solo, de ahí decidieron mandarle a hacer un estudio, al Hospital Central de México, el primer estudio lo reportó como retraso psicomotor, y a partir de esa fecha fue canalizado al CREE, en Puebla”, recordó.
Las primeras rehabilitaciones fueron de terapia ocupacional, de lenguaje, físicas y con tratamiento neurológico, todo esto sucedía mientras su madre, de 26 años, iba aceptando la discapacidad de Eduardo.
“La primera reacción que tuve fue de negación, aceptaba a mi hijo pero no aceptaba que tuviera un problema, para mi esposo fue un golpe muy fuerte pero de igual manera me ayudó a que saliéramos con él adelante, que aceptara que mi hijo tenía un problema”, confesó.
Desde las 7 de la mañana, la rutina era de encargarse de sus hijos, tres en total, todos los días, preparar la comida, llevarlos a la escuela y, encargarse de que Lalo recibiera todas sus terapias y sesiones de rehabilitación.
“Me levantaba a las 5 para que mi hijo más grande desayunara, para mandarlo a la escuela, levantarnos, bañar a Eduardo, prepararle de comer, tenía que entrar al CREE a las 8 de la mañana, las terapias las tenía en diferentes horarios, asistía en la Escuela de Intervención Temprana, tenía sus terapias de 8 de la mañana hasta la una de la tarde, después lo llevábamos a natación y a las 4 de la tarde lo llevaba a terapia ocupacional o terapia física y regresaba a casa”, enlistó.
María de Jesús se muestra contenta mientras abraza a Lalo, ahora de 22 años y muy independiente, algo que ha sido una gran satisfacción para ella como madre, sobre todo luego de años de trabajo duro y constante.
“Eduardo comenzó a caminar a los 6 años y medio, fue una alegría muy grande porque un doctor nos dijo que no iba a lograr caminar ni hablar, que ya no gastáramos dinero porque no tenía caso, fue el esfuerzo que nosotros le pusimos, las ganas más que nada, cuando nos comentó el doctor que el niño no lo iba a lograr, tanto su papá como yo decidimos que íbamos a seguir con las terapias, porque sí podía hacerlo, buscando otras alternativas, cuando lo vimos caminar y que empezaba a comer solo, a comunicarse a señas fue una gran alegría porque no se comunicaba de ninguna forma”, recordó.
La terapia más cara que Lalo recibió fue la delfinoterapia, en la Ciudad de México, que costó 2 mil 500 pesos, hace 16 años, cuando este tipo de tratamientos eran muy caros debido a lo escaso que eran.
“En aquel tiempo era muchísimo dinero, el desarrollo de Eduardo para nosotros es grande, los logros igual, los hijos te dan satisfacciones pero hasta el hecho de que él haga un círculo es una cosa muy grande, ahora va al Paralímpico, le gusta mucho la clase de teatro, lo que hace falta por parte de las instituciones es mucho más apoyo, porque hay asociaciones de síndrome de Down, para el enanismo, pero a nuestros hijos nos los hacen a un lado, lo más importante es que la gente normal entienda que ellos existen y necesitan muchísimo apoyo psicológico, neurológico”, opinó María de Jesús.
Preparan ayuda
Cecilia Zermeño Vázquez, directora del DIF en Irapuato, comentó que hace falta mucho trabajo en este tema, pero que en el Sistema Municipal se están realizando varios proyectos, para los niños con discapacidad.
“Para los niños que tienen paladar hendido y labio leporino, tenemos un programa que se llama RIA facial, que es Reconstrucción Integral, es un programa de hace muchos años que se hace de manera gratuita, acabamos de hacer un cierre de negociaciones con el Hospital General de Irapuato”, informó.
Los apoyos para los niños con este tipo de discapacidad han logrado que se operen de 4 a 6 niños por jornada, cuando anteriormente había un rezago de más de 70 niños que no podrían acceder a este tipo de cirugías debido al costo que implicaba para los familiares.
“Este tipo de discapacidad es una de las más apremiantes y pareciera que no ocurren y la gente piensa que no hay tantos, pero es un promedio alto en el municipio con este tipo de discapacidad, porque le afecta al menor hasta con desnutrición porque no pueden comer”, señaló.
El contar con el CRIT (Centro de Rehabilitación Infantil Teletón) en Irapuato, es un gran avance de acuerdo con Zermeño Vázquez, para dar más atención a los niños con discapacidad.
“Es un centro que tiene muchas bondades, mucha gente sabe de estas bondades y hay muchas historias exitosas con estos chiquitos, aun así, el DIF tiene las dos clínicas de rehabilitación y estaríamos invitando a la ciudadanía para que se acerquen y puedan ser atendidos por nuestros médicos y el personal de rehabilitación”, informó.
El DIF municipal trabaja con el Instituto Guanajuatense para Personas con Discapacidad, donde capacitan al personal para descartar las amputaciones que puedan causar alguna discapacidad y mejorar la atención a este sector de la población.
“Muchas de las discapacidades se pueden resolver con alguna rehabilitación, con estas rehabilitaciones se pueden resolver muchos problemas, estamos priorizando y enfatizando que podamos ejercer sus derechos al 100% y que la discapacidad no sea un impedimento”, comentó la titular del DIF.
En el teléfono 626-11-24, el DIF municipal ofrece sus servicios de manera gratuita, para cualquier tipo de discapacidad.
“En el Paralimpico manejamos las terapias alternativas, y estamos haciendo una labor importante a través del teatro, montándolas para reactivar las cuestiones de memoria, de organización y sincronización, nos interesa mucho que las familias de personas con discapacidad los sientan suyos, los sumen y no los limiten, porque muchas veces las peores situaciones ocurren dentro de la familia, a veces los niños pueden hacer un poco más y no lo hacen porque la familia los limita”, mencionó.
Zermeño Vázquez señaló que una de las maneras para dar espacio a los niños con discapacidad son las escuelas incluyentes, proyecto que se está trabajando con la Secretaría de Educación.
Educación especial
Dora Luz del Carmen Martínez Rivera, directora del Instituto Crisol, una escuela incluyente que está formada desde hace 8 años, ubicada en calle La Paz, es un ejemplo de este proyecto.
“Tenemos la fortuna de ser una institución incluyente, que aparte de eso tiene guardería, es la única con esta modalidad en Irapuato, la idea inició desde Chiquititos, que es la escuela que inició con el tema de la inclusión, al tener ellos la referencia de los papás porque no sabían dónde meter a los niños, nace Crisol, que ya tiene 8 años funcionando, Chiquititos tiene 11 años”, explicó la directora.
El Instituto Crisol cuenta con grupos pequeños, de máximo 25 alumnos, donde se incluye a los niños con cualquier discapacidad, como autismo, síndrome de Down, retraso mental, déficit de atención y problemas en el lenguaje, se trabaja con ellos de forma especial.
“A ellos se les evalúa igual que a todos, es una evaluación continua porque somos una institución que queremos que sea constructivista, vamos muy apegados al sistema de la SEP, y los niños no se separan de las clases, quienes están incluidos, se les da a menor dimensión las actividades pero siguen con su actividad normal, tienen tareas pero luego deben tener ciertos momentos de descanso, son niños que probablemente les dan medicamento y tienen horarios especiales”, comentó.
Las profesoras que están a cargo de los pequeños están en constante capacitación, tanto para los niños que no tienen discapacidad como para los menores que están incluidos en esta institución.
“Se hacen adecuaciones en las materias, a los niños que tienen discapacidad se les da un ejercicio similar pero con menos dificultad, las maestras están continuamente capacitándose, algunas tienen especialidades que toman para esta inclusión, tenemos una maestra que hace las adecuaciones para los niños incluidos, no hay un texto en el que te digan qué es lo que debes hacer porque todos los niños son diferentes, a los niños con discapacidad les descubres cosas diferentes, cuando te dicen que no van a lograr las cosas, con el paso del tiempo, te maravillas de ver que pueden lograr eso y mucho más”, confesó Martínez Rivera.
Para la Directora del Instituto, Crisol el trabajo en conjunto con los padres de familia es fundamental, sobre todo para el desarrollo de los niños con discapacidad.
“Lo que hace falta es cultura con los papás de los niños, para que se involucren, hay unos que lo hacen y otros que no, que nos los dejan como si fuéramos la solución, pero es un trabajo de todo el día, es cosa de trabajar alumnos, maestros y padres de familia”, dijo.
El logro más importante para quienes trabajan en el Instituto Crisol es la conciencia y sensibilización que se logra con los niños que no padecen de ninguna discapacidad, que poco a poco van acostumbrándose a los niños incluidos.
“Nuestros niños, los que llamamos niños normales, se han acostumbrado a proteger y guiar a sus compañeros que tienen diferentes capacidades, tenemos niños que tienen problemas en el lenguaje, síndrome de Down, déficit de atención, autismo y los tenemos en diferentes grados, todos sus compañeros los aceptan de una manera natural, antes en nuestra época nos causaba impacto ver a alguien con síndrome de Down y aquí no, vemos que todos conviven de manera natural, no existe ese impacto”, señaló.
En el Instituto Crisol se trabaja por incluir próximamente el grado de secundaria, donde se continuaría con la educación de los niños especiales que continúen con sus estudios.
