Cuando su marido llegaba de trabajar por las tardes, doña Mary dejaba las labores del hogar, tomaba las llaves del vochito familiar y salía a practicar en terrenos baldíos donde ahora está asentadas las casas del fraccionamiento Saucillo, en Mineral de la Reforma.
Su talón de Aquiles, como el de muchos, era echarse de reversa. Era el mayor temor que doña Mary tenía, pues siempre pensaba lo peor, desde chocar con otro carro hasta atropellar a alguien.
Sin embargo, cuando se tiene un sueño y la convicción de hacerlo realidad (en este caso, aprender a manejar) cualquier idea es buena, por ello, decidió colocar dos piedras a una distancia un poco mayor que lo ancho de su automóvil sobre la entrada de su casa para practicar hasta que el miedo se convirtió en destreza, la suficiente como para conseguir trabajo como taxista.
Madre de tres hijos (Luis, Oliver y Eduardo) engendrados con su esposo (José Luis), Maricela Ángeles Guzmán de 47 años de edad logró su sueño y junto con él, derribó los viejos y oxidados paradigmas de la sociedad que dicen que “una mujer no debe hacer este tipo de trabajos”.
Esa mañana, doña Mary, como la conocen, salió desde su casa (en el la colonia PRI Chacón) para iniciar una nueva jornada más a bordo del taxi. Aunque, en ocasiones se llega a extender hasta la madrugada, es una actividad que disfruta.
Traía un vestido negro con figurillas triangulares blancas, un suéter y aretes de lentejuela plateados, pues, “ante todo la presentación”, dice mientras se esperaba a que el semáforo le diera el paso para incorporarse al bulevar Colosio.
Desde hace cinco años comenzó a manejar taxis metropolitanos, pese a que en muchas ocasiones escuchó frases como “eso no es para mujeres”, “es muy riesgoso para una mujer, te puede pasar algo”.
“Cuando se quiere… se puede. No importa lo que digan los hombres ni nadie, la decisión es de uno… aunque, a veces tienes que echarte las porras y decirte: ‘yo puedo, yo puedo y yo puedo’ hasta que lo logres”, dijo Doña Mary al reportero de AM Hidalgo.
“YO SÉ QUE USTED SABE MANEJAR MUY BIEN. VÉNGASE A TRABAJAR CONMIGO”
Así le dijo a doña Mary una señora del Chacón, conocida por tener varios ‘taxis rosas’ (para mujeres). Fue algo arriesgada la propuesta, porque una cosa es manejar con la familia y otra con pasaje, porque tienes que saber bien dónde están las colonias y calles.
Pese a las dudas, aceptó. Aunque cuando fue por el taxi le dieron sólo mediodía de capacitación; no obstante, pasaron unos meses para dejar ese taxi, no por dejar el trabajo de lado, sino porque las jornadas eran hasta de 14 o más horas.
“La señora, cuando me necesitaba por algún servicio, siempre me llamaba. No importaba si fueran las 3 de la mañana ‘te necesito aquí’. Fue mucho el trabajo, ya no descansaba bien, me desgasté mucho hasta que un día le entregué su carro”, platicó en el marco del Día Internacional de la Mujer.
Y QUE SE LLEVAN EL TAXI AL CORRALÓN
En una ocasión, por azares del destino y una falla mecánica, doña Mary tuvo que parar la marcha del taxi en la calle Miguel Hidalgo, a una cuadra del Reloj de Pachuca.
En vano, intentó hablar con el dueño del vehículo para comunicarle la noticia. Sin embargo, este no le respondió. “Me tenía que mover para solucionar la situación”, dijo y fue entonces que se fue a buscar un mecánico.
Al regresar, el taxi ya no estaba en el lugar que lo había dejado. Preguntando a los comerciantes, le dijeron que una grúa se lo había llevado. “Chin, ya valió… la cosa se puso peor… ¡la cuenta!, la dejé dentro del carro”, externó.
Al acudir a la municipal, le dijeron que para entregarle el taxi forzosamente tenía que acreditar la propiedad del mismo, requisito que el dueño no cumplía al cien por ciento, pues estaba en trámites.
Fue así que el taxi se quedó un buen rato en el corralón, junto con 3 mil 500 pesos que tenía de la cuenta y de días anteriores de trabajo, dinero que ya no pudo recuperar.

LOS GAJES DEL OFICIO
Así como como hay buenas experiencias, también, hay unas no tan buenas. Fue una tarde noche que un joven, de aproximadamente 24 años le hizo la parada en los portales de Plaza Juárez, en el centro de Pachuca.
Parecía un pasajero común y corriente. Le pidió que la llevara a la colonia Rubirosa, a su casa. Durante el trayecto platicaron, como lo hace con la mayoría de los pasajeros que lleva en su taxi.
“Insistentemente el joven quería regalarme unos vales de despensa (muy aparte del costo del servicio). Yo le dije que mejor se lo diera a su familia, no los quería… pero para esto, al llegar su supuesta casa me pidió que lo esperara, pues entraría y sacaría dinero para completar la tarifa e iría por los vales”, concluye.
