La victoria del senador centrista marca un cambio histórico en el país tras casi dos décadas de gobiernos de izquierda. El nuevo mandatario enfrenta una economía debilitada y un escenario político fragmentado.

Bolivia vive un punto de inflexión. Tras una segunda vuelta electoral celebrada el 19 de octubre, el senador Rodrigo Paz Pereira se convirtió en el nuevo presidente del país, con alrededor de 54.5 por ciento de los votos, frente al exmandatario Jorge “Tuto” Quiroga, quien obtuvo cerca de 45.5 por ciento.

La elección de Paz, de orientación centrista y con discurso proempresarial, pone fin a casi veinte años de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS), partido que gobernó el país desde la llegada de Evo Morales al poder en 2006. Su triunfo refleja un voto de hartazgo social frente a la crisis económica y las divisiones internas que minaron a la izquierda boliviana.

“Nuestro proyecto será un capitalismo con justicia social; es momento de reconciliar al país y reconstruir su economía”, expresó Paz en su primer discurso como presidente electo.

PAÍS AGOTADO POR LA CRISIS

La campaña electoral estuvo marcada por el deterioro económico que atraviesa Bolivia. El país enfrenta una inflación que supera 20 por ciento anual, reservas internacionales al límite y escasez de combustible y alimentos básicos, consecuencia de un modelo económico que se sostuvo durante años en los altos precios del gas natural y los subsidios estatales.

Expertos advierten que la administración entrante deberá implementar reformas fiscales y energéticas profundas para estabilizar las finanzas públicas, aunque tales medidas podrían generar resistencia social.

“El nuevo gobierno no tiene margen de error: deberá reducir el déficit y recuperar la confianza de los inversionistas sin desatar una ola de protestas”, advirtió el economista paceño Álvaro Orellana.

DESAFÍOS DE GOBERNABILIDAD

A pesar de su victoria en las urnas, Paz no contará con una mayoría absoluta en la Asamblea Legislativa Plurinacional, lo que lo obligará a negociar con fuerzas opositoras para sacar adelante sus reformas. El MAS, aunque debilitado, conserva una base significativa en regiones rurales y entre movimientos sindicales e indígenas.

Analistas señalan que el nuevo mandatario enfrentará un difícil equilibrio político: mantener la estabilidad social y, al mismo tiempo, implementar ajustes económicos impopulares.

“El desgaste del modelo del MAS abrió la puerta a un cambio, pero no significa un cheque en blanco. Cualquier intento de recorte o privatización será observado con lupa”, comentó la analista política María Luisa Camacho.

GIRO EN LA POLÍTICA EXTERIOR

El gobierno de Paz también anticipa un viraje diplomático. Su equipo ha expresado intención de acercarse a organismos financieros internacionales, reactivar relaciones con Estados Unidos y fortalecer la cooperación regional en temas energéticos y de seguridad. Sin embargo, deberá hacerlo sin perder apoyo entre sectores nacionalistas que rechazan el intervencionismo externo.

En su primera conferencia tras el triunfo, el presidente electo aseguró que Bolivia “buscará nuevos horizontes de inversión y alianzas estratégicas”, especialmente en la explotación de litio y gas natural, aunque “bajo condiciones soberanas y transparentes”.

EXPECTATIVAS Y CAUTELA

El resultado electoral ha sido recibido con esperanza y cautela. Mientras el empresariado celebró el cambio de rumbo, sindicatos y comunidades rurales exigieron garantías de que los programas sociales no serán desmantelados.

Los próximos meses serán determinantes para medir la capacidad del nuevo gobierno de restaurar la confianza económica y política en un país que llega a este cambio de era con las arcas vacías y la población dividida.

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