Con cariño para mis alumnos de Educación.
 
Hace poco más de 250 años, Rousseau escribió el primer tratado moderno sobre educación. Era un tratado moral novelado, el personaje central es Emilio, y el discurrir del tratado es un análisis, de lo que a juicio de Rousseau, y de muchos de sus contemporáneos debería de constituir la educación: La formación de un miembro respetable y valioso para la sociedad.
 
Era un modelo adecuado a cómo se entendía la vida y la sociedad en el siglo XVIII. En ese espacio de la historia, la vida era definida como un conjunto organizado de células (recién descubiertas en aquel entonces). A los pensadores se les daba pensar que así, como células, los seres humanos formábamos el tejido de la sociedad, y debíamos ser educados para ello. Células en el tejido social. Ladrillos en la pared.
 
En nuestros días hay muchas discusiones relacionadas con la educación sobre la mesa. Muchas son vigentes, muchas no. Muchas sirven al gobierno en turno, muchas otras a su oposición. Muchas sirven al poder, otras son promovidas por sus detractores. Así es, y así ha sido siempre. Y probablemente así siga siendo. Pero hay por lo menos dos discusiones que van a definir lo que pasará con nuestra sociedad en los próximos años.
 
La primera de ellas, tiene que ver con lo que sucede en casi todo el mundo. Los niveles educativos han caído constantemente en los últimos 30 años. Más estudiantes matriculados, más horas en la escuela, más presupuesto, y en todos los casos, educación más deficiente.
 
Todos conocemos algún caso anecdótico aquí en México. Tenemos grados profesionales que no están acompañados de un profesional, es decir, el documento oficial que ostentan, no corresponde a las habilidades, a las destrezas, a los conocimientos o a las capacidades que se esperarían del profesional. El licenciado que no sabe hacer un currículum, el maestro que no está situado en su realidad, el doctorado que no comprende su materia.
 
Usualmente, los profesores de primaria culpan a la crianza del hogar. Los de secundaria a los de la primaria. Los de bachillerato a los de básica. Los de universidad a los de bachillerato. Y el ridículo continúa. Si. El ridículo. Cualquiera que tenga dos dedos de frente entendería que culpabilizar no resuelve ningún problema en ningún lado, y que en todo caso, corresponde responsabilizarse, en lugar de responsabilizar.
 
De acuerdo a estudios realizados por el Banco Mundial, la OCDE, o la ONU, el ambiente es el mismo para la mayor parte de los estudiantes del mundo pobre. La educación, no está cumpliendo su deber. La educación que los alumnos reciben, no les ofrecerá las herramientas necesarias para resolver los problemas que representan su existencia, mucho menos su desarrollo. En pocas palabras. La educación no sacará de pobres a las personas pobres, precisamente porque es una educación pobre.

¿Cuál es el problema de fondo? Son dos. El primer problema de fondo somos los educadores.

Somos una generación de irresponsables. De cómodos. De políticamente correctos. Una generación sin vocación, donde menos del 10% de los Maestros en funciones, tenía como sueño, como proyecto de vida el dedicarse a la docencia. Y con esos pocos principios pretendemos que vamos a educar. Somos una generación sin filosofía, o con muy poca filosofía.

El segundo problema de fondo es el paradigma del sistema educativo.

Me explico: Cuando se editó “Emilio” de Juan Jacobo Rousseau, la sociedad necesitaba encontrar un paradigma que guiara al sistema educativo. Ese paradigma fue una educación física, intelectual y moral, que lograra modelar a un miembro ideal de la sociedad. Un ladrillo para construir (o para formar muros).
 
Occidente entero se volcó hacia esta idea: Formar al ciudadano que cada país necesita. Y durante algún tiempo, funcionó. Pero ya no funciona más, y lo más probable es que esa misma fórmula no vuelva a funcionar nunca más.
 
Está de más decir que los gobiernos de todos los lugares abusaron de la formula. Que las escuelas fueron centros de adoctrinamiento temprano de las juventudes de Hitler, o de los camisas negras de Mussolini. Que en México fue cambiando a ocurrencias de cada secretario de Educación, o que en EEUU formó pandilleros de excelencia.

Ese sistema se agotó. Y se agotó porque no existe una filosofía de la educación que lo soporte.

Al comienzo de estas líneas decía que existen dos grandes discusiones sobre la mesa. La primera de ellas fue que la educación ha tenido una caída constante en su calidad durante casi 30 años. La segunda gran discusión es más peligrosa y más oscura. Y es que ser educado, está fuera de moda. Si.
 
Pensemos en la cantidad de información que recibe un joven de 18 años. Hoy, pasará mirando una pantalla, (de cualquier tipo y tamaño) cerca de 6 horas. Durante ese tiempo mirará al presidente de EEUU vociferar, a algún youtuber hacer el ridículo, muy probablemente mirará algo de porno, y verá a alguna persona que voluntaria o involuntariamente está haciendo reír a los internautas.  
 
6 horas mirando una pantalla. Y nadie, o casi nadie de las personas que miró son personas educadas, o que le demuestren que tener educación es útil.
 
Por el contrario. Tal pareciera que ser ignorante, ser emotivo en lugar de racional, ser vulgar, es algo bastante de moda. Menudo problema. Por supuesto, no hay ninguna filosofía alrededor de los medios, de los youtubers o del presidente de EEUU. El problema es que cada actor sigue su propia agenda (si es que la tiene) y el único fin es el económico. ¿Qué educación podría preparar a los jóvenes para este mundo? La educación que esté diseñada para ello. 
 
Comencé hablando de la definición de vida, de la definición del sigo XVIII. En realidad, hace unos pocos años, esta definición vivió una extraordinaria revolución. Humberto Maturana, el biólogo chileno admirado por premios Nobel, Re-definió la vida, explicando que Según su teoría, todo ser vivo es un sistema cerrado que está continuamente creándose a sí mismo y, por lo tanto, reparándose, manteniéndose y modificándose.
 
Y hoy deberíamos asumir este principio filosófico, y sus implicaciones sociales y culturales, para replantearnos qué es la Educación.
 
Educación es cambio. Tras una vida en el aula eso es lo más importante que he aprendido en 20 años de dar clases. Pero el cambio, tiene un esqueleto que le sostiene y le articula. Y ese esqueleto se llama Filosofía.
 
Escribo esta columna, lleno de felicidad, pues este año cumplo una cara meta, soñada durante mucho tiempo: Dar clases a futuros maestros, a quienes hoy, dedico estas letras.
 
Filosóficamente: José Luis Ramos Ortigoza

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