Bienvenidos a esta nueva columna, donde abordaremos todo lo relacionado con esta maravillosa manifestación artística y cultural que llamamos: música.

Soy Luis Lailson, licenciado en ciencias de la comunicación, docente desde hace diez años; conduzco un programa de radio en línea desde hace seis y me declaro melómano hasta los huesos; pero, ¿qué es un melómano?

Melómano es el sujeto fanático de la música. Se trata de una persona que siente amor apasionado y, según el punto de vista, excesivo por lo musical, dedicando tiempo y dinero al disfrute de este arte.

Aunque se puede afirmar que cualquier individuo que disfruta de la música es melómano, el concepto suele dejarse solo para quienes mantenemos un vínculo particular con lo musical, especialmente para quienes lo hacen exclusivamente como oyentes.

Por lo anterior, para estrenar esta colaboracón con AM Hidalgo, decidí compartirte algunos datos interesantes sobre la melomanía.

La palabra proviene de un vocablo griego compuesto por el prefijo melos que quiere decir “canción”, y el sufijo manía, que significa “uria, exitación o locura”.

La melomanía, por tanto, es una especie de locura o tendencia al furor vinculada a la música; el término fue acuñado en 1781 por el dramaturgo y músico francés Pierre-Augustin Caron de Beaumarchais, famoso por sus obras: “El barbero de Sevilla” y “Las bodas de Fígaro”.

Así, el filósofo británico Ludwig Wittgenstein fue considerado como el primer melómano del que se tenga registro, ya que tenía una marcada obsesión por el compositor y pianista alemán, Félix Mendelssohn, y quedó demostrado en su libro “Cultura y valor”, donde no dejó de alabar sus obras.

A diferencia de otras manías, la melomanía no es entendida como un trastorno psicológico o una enfermedad, ya que no implica un riesgo para la persona que la “padece” ni para su entorno.

Incluso, los melómanos son considerados cultos en la industria musical, ya que suelen poseer vastos conocimientos relacionados, al menos, con el género que más les apasiona; nombres de intérpretes y productores, cantantes, fechas de lanzamiento de discos y presentaciones, curiosidades que la mayoría ignora, así como opiniones en apariencia muy sólidas acerca de cuestiones técnicas.

En ese sentido, estudios recientes, a cargo de la neurocirugana Valorie Salimpoor de la universidad de McGill en Montreal, revelan que efectivamente la música es adictiva. Se demostró que el placer inducido por la música, al igual que el sexo o las drogas, tiene relación con la segregación en grandes cantidades de dopamina, un neurotransmisor asociado con el sistema del placer del cerebro, suministrando los sentimientos de gozo y refuerzo para motivar a una persona.

También comprobaron que, si bien la dopamina se segrega escuchando cualquier tipo de música, los niveles se disparan con nuestros géneros predilectos, lo que explica esa necesidad imperiosa de escuchar nuestra canción favorita una y otra vez.

En 1991, otro estudio realizado por Psique Loui, profesora asistente de neurociencia y comportamiento de la Universidad de Wesleyan, comprobó la existencia de los dermorgasmos, que son esos “escalofríos” que se producen cuando la música nos emociona físicamente y provoca ciertas reacciones en nuestro cuerpo tales como pulso acelerado, temblores, sudor, rubor e incluso excitación sexual. Loui afirma que hay gente que lo siente de una forma tan intensa que no puede hacer nada más.

De hecho, en 2007 el ciudadano sueco Roger Tullgren, de 42 años, consiguió que se diagnostique su adicción al heavy metal como una invalidez. Declaró haber asistido a más de 300 conciertos tan solo durante 2006.

Un juez certificó que Tullgren no puede desempeñar su trabajo sin someterse a intensivas sesiones de este género musical, los psicólogos le recomendaron un trabajo de medio tiempo, mientras que el Estado le aporta una pensión de 400 euros al mes para cubrir sus necesidades.

Incluso hay melómanos que al desarrollar otro tipo de predisposiciones que los hacen más receptivos a la información sonora incluso llegan a oler o saborear la música, a verla con colores o formas. No se trata que lo asocien o imaginen sentirlo, realmente lo sienten. A este fenómeno se le conoce como sinestesia.

Así que si eres adicto a la música como yo, sigue de cerca esta columna para continuar hablando sobre ella, sus benenificios, implicaciones y curiosidades. Hasta la próxima.

 

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