En el marco del 40 aniversario de su fundación, la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, bajo la dirección de Scott Yoo, hizo vibrar el Teatro del Bicentenario, la noche del sábado, con su apoteósica interpretación de la “Sinfonía número 11” de Shostakóvich.
Dentro de la 46 edición del Festival Internacional Cervantino (FIC), este concierto estuvo dedicado al artista plástico leonés Jesús Gallardo Carrillo, quien falleció el viernes a los 86 años, por lo que después de la tercera llamada, el público que llenó la sala del recinto le rindió un minuto de aplausos.
Enseguida, la soprano mexicana Gabriela Herrera Castrillón, quien formó parte del ensamble de solistas de la Ópera Estatal de Stuttgart desde 1996 hasta 2006, apareció en el escenario para interpretar las “Cuatro últimas canciones”, Op. 33, de Richard Strauss.
Estos lieder son un verdadero testamento musical, pues el compositor alemán los creó a la edad de 84 años, en 1948, un año antes de su muerte, basándose en los poemas: “Primavera”, “Septiembre” y “Al irme a dormir”, de Hermann Hesse; y “En el ocaso”, de Joseph von Eichendorff.
La muerte cercana, la memoria y la aceptación del destino son los temas principales de estos textos, que conectaron con los sentimientos de Strauss al final de su vida.
Gabriela Herrera sustituyó a la cantante italiana Maria Luigia Borsi, quien no pudo presentarse en este recital por motivos de salud.
Sin embargo, la ganadora del primer lugar en el Concurso Nacional de Canto “Carlo Morelli”, en 1987, apenas convenció por su serena y contenida aproximación a la partitura.
Si bien su voz madura, de soprano lírica, aún conserva amplitud de rango y dinámica, no tuvo la potencia ni el fiato para lucir las melodías. Asimismo, desplegó un fraseo elegante, una dicción clara y tonalidades otoñales, pero éstas resultaron casi inaudibles al fundirse con la textura transparente de la orquesta.
No obstante, la lectura de la OFCM de la última obra de Strauss dejó momentos de belleza sonora y emoción, con las refinadas intervenciones del violín, el corno y las flautas.
Brilla Gabriela Jiménez
Para la segunda parte del concierto, la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM), con una importante sección de percusiones, interpretó la “Sinfonía número 11, en Sol menor, Op. 103 (El año 1905)”, del compositor ruso Dmitri Shostakóvich.
Esta obra programática, escrita entre 1956 y 1957, no sólo describe la matanza de cientos de manifestantes por las tropas zaristas, el “Domingo Rojo” de 1905, frente al Palacio de Invierno en San Petersburgo, sino que simboliza la represión política y la lucha del pueblo contra las tiranías. A pesar de este mensaje, la sinfonía fue reconocida por el gobierno soviético y recibió el Premio Lenin en 1958.
Realmente, la OFCM ofreció una versión brutal, arrebatadora y conmovedora de esta sinfonía, gracias a la contundencia y precisión de los músicos y Scott Yoo, quien dirigió de memoria y con completo control de la orquesta. Fue tanta la emoción puesta en la interpretación, que al director se le cayó la batuta durante el segundo movimiento.
Todas las secciones de la OFCM mostraron una técnica de primer nivel: las cuerdas desplegaron un sonido sedoso, los metales se escucharon brillantes, los alientos embelesaron con un fraseo limpio y las percusiones dotaron de fuerza a la ejecución.
Además, Gabriela Jiménez, timbalista principal de la OFCM, asombró por su energía, principalmente en la segunda parte del “Allegro”, que representa la masacre del pueblo, y en la coda del “Allegro non troppo”, en la que Shostakóvich nos presenta la victoria de los revolucionarios. Por ello, al final del concierto, la intérprete se ganó una fuerte ovación.
Por su parte, Scott Yoo brindó una dirección entregada, intensa y preocupada por extraer la máxima potencia de la orquesta, por lo que los crescendi y clímax de la obra resultaron imponentes. Todo ello con un manejo inteligente del tempi, los distintos planos sonoros y el ritmo. Por lo anterior, el también violinista de origen japonés fue muy aplaudido por el público, que salió conmovido del concierto.
Por último, el exterior del teatro se iluminó de rosa y se entregaron moños del mismo color a los asistentes, con motivo del Día Mundial de la Lucha Contra el Cáncer de Mama, el 19 de octubre.
