Seis meses después, la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes (OSA) regresó con éxito al Teatro del Bicentenario Roberto Plasencia Saldaña. Esta vez, con un programa dedicado a dos de los compositores más clásicos de la historia: Mozart y Beethoven.
El concierto de la noche del viernes inició con la obertura de la ópera “Las bodas de Fígaro”, de Wolfgang Amadeus Mozart, una de las introducciones instrumentales más famosas por su rebosante alegría y prodigiosa escritura. Es, esencialmente, un scherzo escrito en re mayor, como forma sonata y en un tempo presto.
La OSA, bajo la dirección de José Areán, ofreció una lectura ágil y emocionante de la partitura, fiel al estilo jovial de esta ópera bufa de enredos amorosos. Desde los primeros compases, las cuerdas lucieron un sonido claro, mientras que los alientos aderezaron con gracia cada una de las melodías.
La velada continuó con la “Serenata no. 13 en Sol mayor, K. 525”, también conocida como “Pequeña serenata nocturna”, cuyos primeros compases del primer movimiento son lo más conocido de las más de 600 obras de Mozart. La pieza, compuesta para un ensamble de cuerdas, tiene cuatro movimientos: Allegro, Romanza, Minueto y Rondó.
Elegante, ensoñadora y ligera fue la interpretación de la partitura, en la que destacaron tanto el equilibrio de los grupos de cuerdas como la atención a los matices. Entregado a la belleza de la música, el público aplaudió no sólo al término de la serenata, sino al final de cada movimiento.
Tras el intermedio, la orquesta regresó al escenario para tocar la “Sinfonía no. 7 en La mayor, Op. 92”, de Ludwig van Beethoven. En esta obra, que Richard Wagner caracterizó como “la apoteosis de la danza”, predominan los acordes impetuosos, los ritmos frenéticos y las melodías desbordantes de júbilo.
Precisamente, José Areán brindó una versión enérgica de esta sinfonía, al subrayar la fuerza de las danzas y acordes, sin descuidar las dinámicas sutiles de la partitura.
Después de un “Poco sostenuto” fluido y sensible, el “Vivace” fue vibrante, aunque los tutti de este primer movimiento se escucharon quizá demasiado fuertes. El “Allegretto” resultó nostálgico y expresivo, en tanto que el “Presto” sorprendió por su brillante sonoridad. Por último, la vitalidad del “Allegro con brío” llevó al frenesí a los asistentes, que terminaron por aplaudir de pie a los músicos y al director.
