En el año 2000 Brasil conmemoró 500 años de ser un territorio constituido.
Como parte de los festejos el Instituto Vox Populi invitó a los ciudadanos a participar en una peculiar encuesta para elegir al héroe nacional. A Pelé lo llaman “El Rey”, pero los votantes se inclinaron por Ayrton Senna da Silva.
El fallecido piloto de Fórmula 1 se impuso con el 23% de las simpatías por encima no únicamente de Edson Arantes, sino del expedicionario Pedro Alvares Cabral, descubridor de Brasil, entre otros personajes que tienen un lugar en el panteón de los inmortales del gigante sudamericano. Senna, tres veces campeón en el máximo circuito del automovilismo, se erigía como un héroe prematuro.
Su muerte, el 1º de mayo de 1994 durante el Gran Premio (GP) de San Marino, en Ímola, Italia, se produjo apenas a los 34 años de edad, con un futuro todavía promisorio. Pero no fue su madurez truncada en sí lo que le da el carácter de héroe precoz, sino que ésta habría sido resultado de una negligencia de la Federación Internacional de Automovilismo (FIA), que dio luz verde a una competencia que no debió realizarse.
Y no debió por el antecedente inmediato de una tragedia.
Un fin de semana maldito para la F-1
Dos días antes del GP de San Marino, el viernes 29 de abril, un compatriota de Senna, el piloto Rubens Barrichello de la escudería Jordan Hart, salía volando junto a su vehículo al verse involucrado en una carambola durante las sesiones de prueba. Barrichello salvó la vida, pero terminó con varias costillas rotas y el tabique de la nariz partido. Era tan sólo un adelanto del manto negro que cubriría la pista de Ímola.
El sábado, con la memoria aún fresca de este accidente, continuó la clasificación para ocupar un lugar en la parrilla. El piloto austríaco Roland Ratzenberger, de la debutante firma Simtek, tuvo un percance con su compañero de equipo, David Brabham.
En apariencia ambos autos salieron ilesos de la colisión y continuaron su desempeño. La escudería Simtek era de las más débiles de la F-1 e incluso Roland se comprometió a costear en parte las primeras cinco carreras. El GP de San Marino era la tercera de la temporada, todavía tenía “combustible”.
En la curva llamada “Gilles Villeneuve”, Ratzenberger perdió el control de su monoplaza a una velocidad estimada de 290 kilómetros por hora (km/h) y se estrelló contra el muro de contención. Nada pudieron hacer los médicos del hospital de Bolonia al que fue trasladado con severas lesiones en la columna vertebral y el cráneo destrozado. La autopsia reveló que murió al instante, un hecho que de haber sido certificado habría obligado al cierre del autódromo Enzo e Dino Ferrari, sede del GP de San Marino, como lo establece la legislación italiana en el caso de espectáculos deportivos.
Muchos millones estaban en juego y la FIA avaló la carrera del día siguiente gracias a una coartada: el parte médico extendido en Bolonia, según el cual Roland llegó agonizante, pero aún con signos vitales. La tragedia devastó a Senna, que -según sus biógrafos- tenía un mal presentimiento y habría pensado en no salir a la pista. Al final corrió, seguía siendo certero.
La mala hora
Ayrton había abandonado en las dos primeras carreras del circuito y veía cómo el campeonato se esfumaba. Pero esa tarde lideraba la joven prueba a bordo de un auto de la escudería Williams-Renault que le permitía soñar con una cuarta corona mundial. Detrás de él venía una promesa de la Fórmula 1, el alemán Michael Shumacher.
De pronto, en la tristemente célebre curva “Tamburello”, el auto de Senna siguió de frente y se estrelló contra el muro de concreto que se alza a no más de 40 metros de la pista. Se calcula que conducía, en ese punto específico, a 300 km/h.
Como sucedió con Ratzenberger el día anterior, el impacto fue potencialmente mortal, pero se trataba del gran Senna y en Ímola todos se aferraron a un milagro. La repetición de las imágenes alimentó la esperanza cuando se percibió un ligero movimiento de cabeza del aturdido piloto. Se trataba en realidad de un espasmo, un impulso nervioso, antes de caer en coma profundo, de acuerdo con los médicos que lo atendieron.
Esos médicos hicieron una labor humanitaria al impedir que los fotógrafos tomaran placas del momento al cubrirlo con una manta mientras intentaban resucitarlo, incluida la práctica in situ (en el lugar) de una traqueotomía para posibilitar la entrada de aire a sus pulmones. Luego fue trasladado en helicóptero al hospital Maggiore de Bolonia donde fue declarado muerto a las pocas horas. La carrera no se suspendió y Schumacher se alzó con un triunfo amargo.
La autopsia reveló que Senna falleció de forma instantánea, si bien algunas versiones en el sentido de que todavía respiraba cuando llegó al hospital, aunado a las imágenes de televisión, dieron paso a una controversia sin fin.  Al día siguiente de la carrera, el lunes 2 de mayo, el autódromo fue cerrado por orden judicial, aunque después fue reabierto con la modificación del trazo de la curva “Tamburello”.

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