Ando de viaje por Italia, y realmente me ha impresionado ver ¡cómo llega el otoño en estos lugares! Es casi por días, aunque podríamos decir que por horas, las hojas de los árboles van cambiando sus colores y se van desprendiendo de los troncos en una dulce danza que parece estar en sincronía con la suave brisa. Claro que a veces, la suave brisa se torna en implacable viento unido a medianas lluvias y entonces las hojas parecen arrancadas de sus ramas… cubriendo el pavimento o los jardines con una alegre alfombra de mágicos colores: marrón, rojo, vino, naranja, amarillo y algunas todavía, verdes.
Aún recuerdo de pequeña en la escuela, cuando nos enseñaban las “Estaciones del Año”, ¡había hasta un cartel especial! En él se anunciaba: una primavera floreada, un verano con actividades de playa, un otoño con las hojas rojas y cafés, y un invierno con nieve y niños muy abrigados. Me viene a la memoria haber pensado, una chiquilla viviendo en el “país de la eterna primavera” como lo es nuestro México: “¿Por qué ponen así el paisaje si aquí nunca sucede eso?, ¿cuáles árboles y en dónde, tienen sus hojas rojas?, ¿caerá alguna vez la nieve en diciembre?, ¿dónde se vestirán así los niños?, ¿por qué usan gorros, guantes y abrigos?”. ¡Cuántas preguntas me asaltaban ante ese cartel que colgaba en nuestros salones!
Porque en nuestro querido país, sobre todo en el centro y sur, para ver las estaciones, hay que poner muuucha atención. Sí, en el otoño a algunos árboles se les caen las hojas, pero casi no se pintan de colores, simplemente se sueltan de las ramas. Pero solo “algunos”, literal, porque la gran mayoría siguen con sus mismos ropajes a todo lo largo del año… tal vez un poco más verde claro u oscuro, pero no varía tanto. En la mayoría de nuestro país, ¡no neva!; la primera nevada que ví en el antiguo DF, ahora CDMX, fue a mis 7 años… y la siguiente, ¡a mis 35 en León!
Por eso es que me maravillan tanto los hermosos paisajes que nos muestra el otoño en los países que están en el hemisferio más al norte que el nuestro, donde de verdad los árboles pierden (aunque en algunas reflexiones he leído que las “sueltan”, con todo lo que ello significa de “dejar ir” y de “ir más ligero de equipaje”) todas sus hojas y se quedan realmente despojados, solo en el tronco y las ramas… los paisajes se vuelven más solitarios y hasta un poco tristes… y de verdad el frío, el aire y la lluvia, calan hasta los huesos, ¡no se diga la nieve, a la que ciertamente no estamos ni acostumbrados ni preparados! En estos países, ¡hay que ver el pronóstico del clima ANTES de salir de donde estés! Porque si te toma desprevenido, ¡vaya que te vas a complicar el día y no lo vas a disfrutar! ¡En nuestro bello México, NUNCA revisamos el clima, porque siempre es casi igual! Y solo con salir con una chamarra o un suéter ligero, ¡puedes andar por todos lados como si nada!
Por estos rumbos, cuando sale el sol, sobretodo en Otoño e Invierno, ves que la gente se pone bajo el rayito, lo buscan, lo disfrutan y ¡hasta se quitan la camisa! En nuestro querido México, nos ponemos protector solar y más que los paraguas, nosotros lo que usamos son sombrillas para protegernos de él. Aquí a mucha gente le da “depresión invernal” porque el sol puede no salir en muchos, pero muchos días y hasta meses, ¡no se diga en países como Islandia, Antártica o los nórdicos! ¡Y nosotros no sabemos lo que es eso! ¡Es más, nuestra lluvia se puede decir que es cálida porque, generalmente, la tenemos en nuestro verano! ¡Aquí es tan fría que realmente no te dan muchas ganas de salir!
¡Es muy interesante viajar e ir conociendo y disfrutando (o sufriendo) los diferentes climas y costumbres sociales. Aquí en Italia, el otoño es como mágico… pero yo, mexicana al fin, siento que más mágico es vivir en “el país de la eterna primavera”… ¡aunque de niña me confundiera! ¡Ja, ja!
