A los mexicanos se nos da muy fácil, el vivir de préstamos, muchos de los cuales, por cierto, no pagamos. Cantaba Chava Flores en ese himno a nuestra manera de ser, “A qué le tiras cuando sueñas mexicano”, que nos gusta vivir de ilusiones. Y esto de suyo, no es malo, sino que cuando no se lucha a diario por superarnos, se convierte en una quimera. Culturalmente, hemos incubado esa idea de que el gobierno nos debe mantener o el cielo hacernos el milagro. Tal como lo decía el cantautor. Pero el problema real es cuando los gobiernos piensan igual. Especialmente los que aplican políticas keynesianas o populistas, pues consideran un enorme gasto gubernamental al consumo y se van por el camino de la tarjeta de crédito, es decir, gastar, pero pedir prestado.
En los años setenta y ochenta, las políticas keynesianas, donde el Gobierno federal gastaba provocando inflación y deuda, nos llevaron a crisis como la de 1982 y la de 1994. Vinieron después gobiernos neo liberales y contuvieron la inflación y la deuda, pero a costa de reducir el crecimiento del PIB. Regresarían las políticas keynesianas en el 2018 para entrar al esquema de incrementar el gasto a costa de endeudamiento. Y allí estamos. En el periodo neoliberal crecimos en promedio al 2 %. Con AMLO con políticas keynesianas, nos prometió hasta el 6% para no pasar del 1%. Entonces ¿para dónde movernos?
El Gobierno federal proyecta un déficit presupuestario del 4.1 % del PIB para 2026. Esto se debe a un gasto público estimado de 10.19 billones de pesos frente a ingresos tributarios de apenas 8.7 billones de pesos, resultando un déficit de aproximadamente 1.4 billones de pesos. Igualito que una típica familia mexicana que decide mantener un nivel de vida aún a costa de usar la tarjeta de crédito. O se bajan los egresos o se aumentan los ingresos. Por eso, el presupuesto incluye medidas para aumentar los ingresos, como el incremento al IEPS a tabaco y bebidas, además de nuevos gravámenes a videojuegos y apuestas en línea, pues ya no hay de donde jalar más recursos. Las mega obras y proyectos de AMLO no tienen retorno financiero y el gasto social sigue creciendo.
¿Por qué el gasto no se puede parar? Sigue el crecimiento importante en programas sociales y un aumento del presupuesto para la Secretaría de Energía para ayudar a Pemex, nuestro barril sin fondo que tiene la producción en caída libre. Por eso, el déficit público se estima para el 2026 en 4.1 % del PIB. La deuda nacional se proyecta en casi la mitad del PIB, 52.3 % del PIB. Es como tener deuda con la tarjeta por la mitad de nuestros ingresos y dejar la otra mitad para sobrevivir. Es decir, la política de finanzas públicas de la actual administración, seguirá siendo mantener déficits elevados y una ineficiente asignación del gasto público, pues se orienta a consumo y no a inversión y esto seguirá deteniendo el crecimiento económico del país.
Si nuestra economía sigue sin crecer (el crecimiento del PIB cerrará probablemente en 1.5 %, se pondrá en riesgo el principal logro de los últimos años de reducción de pobreza debida al incremento del salario mínimo y a los programas sociales. A final de cuentas, los impuestos vienen de la productividad. El ritmo de “consolidación fiscal” está siendo más lento que el que se planteó al inicio de la administración, pues no se han tenido reformas profundas a la recaudación y se sigue enfocado a las clases medias y no a las altas. Aun alcanzando el déficit esperado de 4.1 % del PIB en 2026, éste se ubicaría significativamente por arriba del promedio histórico 2000-2018 de 2.6 % del PIB, casi el doble. La cuestión es que el sector público absorbe una parte mayoritaria de los recursos financieros disponibles para la economía, lo cual desplaza al resto de la actividad económica, en particular a la inversión privada. Entre 2010 y 2019 el sector público absorbió 41 % del ahorro total disponible en la economía, mientras que el sector privado (empresas y familias) utilizaron el 37 %. Para 2024, las cifras fueron 59 % para el sector público y 23 % para el sector privado. Esto es, enfoque al consumo y no a la inversión.
El costo financiero de la deuda pública se ha incrementado sustancialmente, lo cual reduce la disponibilidad de recursos para otros fines. En 2018 el costo financiero representó el 12.0 % de los ingresos presupuestarios totales. Para 2026, se espera represente el 18.0 %. Por eso, si se mantienen déficits elevados en el futuro y un bajo crecimiento real del PIB, la única manera de mantener estable la relación Deuda Total/PIB, será por la vía niveles elevados de inflación. Y eso, es la consecuencia histórica de las políticas keynesianas en América Latina, vivir de la tarjeta de crédito.
