La Organización de las Naciones Unidas atraviesa uno de sus momentos más cuestionados desde su fundación en 1945. Las omisiones frente a crisis humanitarias de alto impacto, como el genocidio en Palestina, han puesto en duda su legitimidad y capacidad de mediación global. Frente a ese escenario, y con la elección del próximo titular de la Secretaría General en puerta para el periodo que comenzará en 2026, se abre un debate urgente: ¿es momento de que una mujer, y además latinoamericana, encabece el organismo?

El canciller mexicano Juan Ramón de la Fuente, sin mencionarlo directamente, ha insinuado la posibilidad de que Alicia Bárcena sea considerada como candidata para ese alto cargo. La actual secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales cuenta con una larga trayectoria diplomática y una visión multilateral que la convierte en una opción sólida para liderar un cambio real en la ONU. Su candidatura representaría no solo un paso hacia la equidad de género, sino una reconfiguración geopolítica de liderazgos, históricamente acaparados por Europa y las potencias occidentales.

Bárcena ha demostrado a lo largo de su carrera una firme defensa del multilateralismo, los derechos humanos y la sostenibilidad, elementos centrales para enfrentar la crisis estructural de la ONU. Su capacidad para dialogar con actores diversos y su compromiso con los países del sur global podrían revitalizar el papel del organismo como árbitro ético en conflictos internacionales. En el contexto actual, donde Palestina busca su reconocimiento como Estado libre y soberano, su liderazgo traería una voz alternativa al enfoque hegemónico.

En línea con esa postura, la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum ha sido clara al criticar la respuesta desmedida de Israel en Gaza. Si bien ha evitado confrontaciones directas con figuras del pasado reciente de Estados Unidos, su condena al uso excesivo de la fuerza y su respaldo al reconocimiento de Palestina como Estado reflejan un nuevo enfoque diplomático en México. Este posicionamiento fortalece el perfil de Bárcena, al mostrar que México impulsa una política exterior autónoma, firme y respetuosa del derecho internacional.

La elección de una Secretaria General con estas características representaría también una respuesta simbólica y concreta al descrédito que sufre la ONU. La percepción de que actúa según los intereses de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad ha erosionado su credibilidad. Un liderazgo como el de Bárcena podría contribuir a democratizar las decisiones, equilibrar las representaciones y reencauzar a la ONU hacia su mandato fundacional: la paz, la justicia y la cooperación entre los pueblos.

El hecho de que nunca una mujer haya ocupado el cargo de Secretaria General es un reflejo de las desigualdades que persisten incluso en las instituciones que proclaman defender la equidad. La candidatura de una mujer latinoamericana en el contexto actual no es solo un gesto simbólico, sino una necesidad política y moral. Sería también un mensaje poderoso para las nuevas generaciones: el cambio no solo es posible, sino imprescindible.

Alicia Bárcena representa una combinación rara en el escenario internacional: experiencia, integridad y visión. En un mundo atravesado por guerras, desplazamientos masivos, crisis climática y fracturas geopolíticas profundas, su perfil encaja con la necesidad urgente de reconstruir el tejido diplomático global. Más que una candidatura, su postulación sería una oportunidad para que la ONU se reencuentre con sus principios.

La comunidad internacional debe estar dispuesta a abrir espacios reales para liderazgos distintos, no solo en género, sino en perspectiva. América Latina, durante décadas, ha sido relegada en la toma de decisiones globales. Dar paso a una mexicana en la Secretaría General sería no solo un acto de justicia histórica, sino una apuesta por una ONU más inclusiva, efectiva y creíble.

 

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