Estos son mis principios, pero si no te gustan, tengo otros”.

Groucho Marx

 

México es muy importante para Estados Unidos y nuestro vecino es vital para el país. La retórica de la 4T en contra del neoliberalismo llega a su límite cuando tenemos tratos comerciales, cuando la presidenta Claudia Sheinbaum descubre las mil y un complicaciones si no logramos una buena relación.

La ideología de izquierda tropical del expresidente López Obrador da paso al pragmatismo estratégico del nuevo gobierno. Quien lo representa mejor es Marcelo Ebrard, responsable de hacer frente a los embates tarifarios de Trump.

Al cuarto para las doce el presidente norteamericano pone gran sonrisa después de una charla de amigos con la Presidenta y reconoce simpatía por ella.

El pragmatismo estratégico marca condescender, suavizar relaciones y cooperar con la demanda norteamericana de reducir el narcopoder en el país. Más que una confrontación, necesitamos ayuda de EE.UU. El momento que vivimos es crítico, no sólo por la amenaza de los aranceles, hay muchos problemas que heredó Claudia. Uno de los más graves es la falta de energía. Aparte de tener en Pemex un agujero negro, la CFE está al límite y una muestra es lo que sucedió en la acerera de Lázaro Cárdenas de ArcelorMittal. Tuvo dos cortes de energía que pararon a tres de sus cuatro turbinas que alimentan de vapor al alto horno.  El horno sufrió un “Embancamiento”.

“El embancamiento de un alto horno es un fenómeno en el que el horno queda inactivo porque materiales como fundentes, escoria y hierro fundido se enfrían y se adhieren en el interior del horno, solidificándose y bloqueando el flujo normal de materiales”, dice la AI. Cuando un alto horno se enfría queda inutilizado durante más de 4 meses. Al parecer la acerera perderá lo que resta del año sin producir varilla. 

El problema es que el daño causado a la empresa es mayor que el precio de una planta eléctrica de “ciclo combinado”. El daño de mercado y para los clientes de ArcelorMittal puede ascender a cientos de millones de dólares según expertos y la planta de ciclo combinado unos 400 millones.

Para la inversión extranjera en el país es una muy mala noticia que el suministro de energía sea impredecible. Si queremos crecer necesitamos energía eléctrica. Ni el viejo Manuel Bartlett ni el presidente López Obrador comprendieron la importancia de la participación privada en la generación eléctrica. Decretaron que la CFE debería de controlar por lo menos el 56 por ciento de la producción. Una cifra arbitraria que pertenece a la “planeación” central de un estatismo de hace 50 años.

Hoy miles de mexicanos tenemos fuentes de autoconsumo en nuestras casas y negocios mediante energía solar. Pero eso es minúsculo comparado con los 360 gigawatts-hora que consumimos al año.

La moraleja es que el país no crecerá si no se valora la aportación de las empresas privadas a la economía. Qué importa quién produzca energía si el gobierno está para gobernar, no para producir. Otros países como Argentina regresan a la prosperidad porque atraen inversión y tienen incentivos para todo aquel que quiera arriesgar su capital en ese país. Este año crecerán al 5 %.

Al norte tenemos un país que produce unas 20 veces lo que nosotros. Con un clima de atracción de inversiones por parte del Gobierno, con un mercado enorme que ahora estará cerrado para muchos otros países, la oportunidad está ahí. 

 

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