Al general Lázaro Cárdenas se le recuerda por la Reforma Agraria, por repartir los latifundios de miles de hectáreas entre el campesinado. Su gobierno de “izquierda” tuvo la sabiduría de acoger al exilio español, una dádiva que se convierte en un tesoro nacional, uno que ha dado más frutos de los que jamás se imaginaron.
Pero lo grande de Cárdenas fue la consolidación de las instituciones que forjó el presidente Plutarco Elías Calles. Su método: exiliar a Calles, quien lo había hecho presidente para romper lo que se llamó el “maximato”.
Cada cambio de sexenio había rupturas. Algunas muy dramáticas como la de Ernesto Zedillo y Carlos Salinas de Gortari cuando Raúl Salinas de Gortari es enjuiciado y sentenciado por el asesinato de su cuñado, Francisco Ruíz Massieu.
Los ciudadanos vemos bien que quien se fue, se vaya de verdad. Eso sucede hoy con la presidenta Claudia Sheinbaum, quien aún no rompe con Andrés Manuel López Obrador para gobernar con su proyecto de nación. Una 5T propia, por decirlo así. Un gobierno que tenga la libertad total de perseguir a quienes favorecieron el encumbramiento de grupos delincuenciales en buena parte del territorio nacional.
Una muestra es Tabasco, donde Adán Augusto López gobernó con la ayuda de una mafia llamada “La Barredora”. La riqueza expuesta por el ex Secretario de Gobernación muestra que nadó en dinero durante su gobierno. Pocas personas pueden darse el lujo de tener una colección de relojes de más de un millón de pesos cada uno, y el descaro de mostrarlos en público.
En el Gobierno de Guanajuato también tenemos la sombra de Diego Sinhue. La gobernadora, Libia García, heredó un montón de negocios y problemas. Dádivas discrecionales al Club León; dispendio en programas sociales como Planet Youth, empresas para sustraer recursos del estado como Guanajuato Leasing con vehículos a precios inflados. Lo peor, el despojo al estado de bienes productivos como la carretera de cuota Guanajuato-Silao.
Libia no puede avalar un convenio de beneficio unilateral para una empresa privada. Sería complicidad que marcaría todo su sexenio. Tampoco puede mantener ocultos los datos del gasto público en empresas como Seguritech, que desde hace 13 años prometió tecnología que pacificaría al estado, cuando el resultado fue lo contrario, más crimen.
Para la Presidenta no va a quedar más remedio que hacer caso al Departamento de Estado Norteamericano y perseguir a los reyes del huachicol y el huachicol fiscal. Qué decir de aquellos quienes brindaron protección a los cárteles del fentanilo. Esa cuenta la tiene Trump y la querrá cobrar cuando le convenga a través de Marco Rubio.
Romper no es fácil, sobre todo cuando es con quien las elevó a su posición. Claudia le debe el puesto a Andrés Manuel; Libia le debe la gubernatura a Diego Sinhue. Fue el “dedazo” priista la fórmula de sucesión que encontraron dos gobernantes de diferentes partidos que necesitaban “impunidad”. Curioso, dos hombres que heredaron un estado y un país ensangrentado.
El pronóstico siempre es la ruptura porque así ha sido. Quien gobierna, creemos que lo hace ahora para “la gente” o para “el pueblo”. El bien de todos es romper y hay que hacerlo, de lo contrario, en lo nacional habría un enfrentamiento con Estados Unidos, que presiona.
En lo local Libia no puede ni debe convertirse en cómplice de los negocios de Diego. Suponemos que no hubo un pacto de impunidad. La única forma de comprobarlo es que impida el despojo a los guanajuatenses y cumpla con la promesa de transparencia en todo.
