Caminar me gusta mucho.  Es un buen ejercicio, que ayuda a las articulaciones,  a consolidar los huesos (previene la osteoporosis);  que si lo haces a buen ritmo, también te ayuda a estimular el ritmo cardiaco, a reducir la presión arterial y ¡hasta a bajar de peso! Y no se diga mental y afectivamente, ¡nos desestresa!.  Los médicos recomiendan por lo menos caminar media hora entre 3 y 5 días de la semana para mantenerse saludables. 

Me encanta que no necesitas nada más que suficiente salud, voluntad y un par de tenis, ¡con esto puedes recorrer el mundo!.  Mi esposo disfruta mucho de hacerlo y tiene razón cuando dice que así se conocen mejor los lugares, porque te da tiempo de poner más atención a lo que te rodea. Por ejemplo, si estás en el campo, puedes escuchar los pájaros, ver las plantas y las flores que ahora, con las lluvias, salen por el camino, a la gente que lo trabaja, y si hay suerte, hasta algunos animalitos.  

Si vas por la ciudad, la baja velocidad del caminante te permite observar las casas, los edificios, sus diferentes arreglos y tipos de construcción, las diferentes modas y épocas de construcción;  los tipos de pavimentos, también varias plantas y árboles… si te interesa la historia, en los nombres de las calles, puedes ir conociendo parte de ella. Yo creo que entre lo más lindo de caminar en las ciudades están los parques, porque es más seguro y también porque puedes observar más fauna natural y a la gente en sus momentos de ocio o de reunión.  

Lo que me parece más difícil de caminar son las subidas, muchas veces cuestan trabajo y parece que no tienen fin… ¡pero llegar a la cima, hace que valga la pena el esfuerzo!. Creo que como todo, se puede tomar como ejemplo para la vida. Recuerdo cuando hice el Camino de Santiago, todo mundo hablaba de lo difícil de la subida del O Cebreiro, el monte que marca la entrada del camino francés a Galicia;  yo tomé muy en serio el reto y al llegar al final, me sentí muy satisfecha… el problema fue la siguiente subida difícil, ¡yo, infantilmente, pensaba que solo iba a ser una!, y no, como todo en el camino de la vida, tienes subidas y bajadas tooodo el tiempo: no se puede uno quedar estático porque entonces estarías muerto.  Las bajadas también cuestan trabajo, pero menos… a veces… ahora, con la edad, voy con más cuidado para no caerme, y doy pasos más cortos para sentirme segura.  Aún recuerdo cuando tuve que usar muletas, ¡qué miedo me daba bajar las escaleras! ¡Se veían tan empinadas y yo solo usando una pierna!.  E igual me hizo reflexionar que muchas veces, es más fácil subir que bajar. 

Cuando caminas, debes de guardar fuerzas para regresar al punto de partida o llegar a la meta… porque muchas veces te emocionas y sientes que traes mucha energía y al momento de hacer la etapa final, te topas con pared, literal, y no tienes suficientes reservas para lograr tu objetivo. Cuando corres un maratón, la gente habla del “muro”, que es alrededor del kilómetro 30 (los maratones son de 42. 195 km), en el que se siente un agotamiento muy fuerte y una gran pérdida de motivación, debido a que se agotan las reservas de glucógeno y se empiezan a utilizar las de grasa como fuente de energía: hay gente que hasta deja la carrera debido a esto, así que siempre hay que estar atentos a tener un restito, aunque sea de impulso, de ganas para lograr lo que quieras… prepararte mentalmente, conocer los retos y platicar con gente que ya lo ha hecho… no excederte de confianza ni en ánimo porque te puedes cansar y no alcanzar a lograr lo que tanto deseabas y por lo que tanto te preparaste.  

Además también lo que es muy padre de caminar, es que puedes ir platicando y hasta tomando fotos.  De mis grandes momentos en la semana, es ir los viernes a caminar al Parque Metropolitano con mis mejores amigas.  Ya se nos hizo tradición y tenemos más de 25 años haciéndolo… ¡es un gran regalo que nos damos y un momento de terapia grupal que nos ayuda para ver otros puntos de vista en nuestras penas o para compartir nuestras alegrías! ¡hasta nos alcanza para rezar juntas y agradecer la vida!. 

     Así que queridos lectores, ¡a caminar se ha dicho! ¡A gozar, mientras podamos, de nuestro cuerpo, ejercitándolo;  de nuestra mente, desestresándola;  de nuestras amigas o pareja mientras tengamos la dicha de tenerlos!

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