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No es solo un hecho lamentable lo sucedido bajo el puente atirantado, es también un retrato del abandono en que se encuentra el sistema de transporte de Hidalgo. Mientras la ciudadanía se juega la vida en un modelo insuficiente, ineficaz y hasta violento, la Secretaría de Movilidad y Transporte, encabezada por Lyzbeth Robles, sigue sin presentar una sola propuesta seria para ordenar el caos. Se ignora la urgencia de regular plataformas, se tolera el clientelismo sindical e incluso que algunos taxis funcionen como extensiones del crimen. La omisión superas ya la negligencia y quienes lo padecen, como siempre, son los usuarios.
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Pero eso no es todo con el transporte, basta rascar un poco para hallar situaciones en puntos como el CRIH, El Palmar o frente al Elektra, que ilustran perfectamente el caos cotidiano que enfrentan los usuarios del transporte público en Pachuca. No hay señalización, no hay paraderos formales y mucho menos supervisión. Las colectivas hacen lo que quieren: se detienen en doble o hasta triple fila, bloquean cruces, provocan accidentes y, en el mejor de los casos, generan un tráfico infernal. ¿Dónde está la Secretaría de Movilidad cuando más se le necesita? Hace falta más que discursos y fotos en redes.
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La visita de la presidenta Claudia Sheinbaum a Tulancingo confirma la estrecha coordinación entre el gobierno federal y el de Hidalgo, encabezado por Julio Menchaca. Ambos han demostrado que, cuando hay voluntad política y trabajo conjunto, se logran avances concretos como la mejora en los servicios de salud y la infraestructura estatal. Esta nueva gira refuerza el compromiso compartido con el bienestar de la población hidalguense y consolida una relación institucional que ya ha dado resultados palpables, como el Tren de Pasajeros México–Pachuca y la modernización de importantes vialidades.
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Parece que al alcalde de Epazoyucan, Carlos Montaño Rodríguez, le falló el cálculo político y ahora enfrenta las consecuencias de su propio discurso. Apenas había levantado la voz para denunciar presuntos actos de corrupción del pasado, cuando estalló un escándalo en su propia administración por el uso dudoso de más de 400 mil pesos destinados a maquinaria pesada. El supuesto desvío, las reparaciones fantasmas y la casual adquisición de un vehículo por parte del Oficial Mayor pintan un escenario poco favorable. Al final, quien paga los platos rotos es la ciudadanía, que sigue esperando servicios mientras los conflictos internos del gobierno se lavan en público, y no con agua limpia.
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Se va Alberto Montoya, nos deja su voz escrita, su memoria crítica y una estampa que difícilmente se repetirá. Fue más que un cronista: fue testigo y narrador del acontecer político hidalguense, un hombre de letras con mirada aguda y palabra generosa. Quienes lo conocieron destacan su calidez, su humor, y esa pasión inagotable por contar la historia desde adentro. Hoy, Hidalgo pierde a un personaje entrañable, pero su legado seguirá en cada página y en cada anécdota. Descanse en paz.
