La lluvia comenzó sin avisar, como casi siempre. Eran pasadas las seis de la tarde cuando vecinos de la calle notaron algo más que el ruido de las gotas golpeando el pavimento: un estruendo seco, como si algo se hubiera roto bajo tierra.

“Dicen que tronó el canal, uno que corre paralelo por acá”, cuenta una vecina mientras señala la rejilla frente a su casa. Desde ahí, dice, empezó a salir el agua. “Brotaba con fuerza, como si fuera una fuente, hacia arriba”.

La mujer recuerda que Protección Civil ya rondaba la zona, pero aún no había orden de evacuar. “La bomba que estaba instalada falló justo en ese momento. Ahí fue cuando el agua empezó a subir rápido”.

Entre la confusión, los funcionarios comenzaron a mover a los habitantes a una zona más alta. Ella y otras tres familias fueron llevadas hasta un terreno cerca de unos nopales.

“Ahí nos dejaron. No había otra salida. Varias patrullas no podían entrar y una que lo intentó se quedó varada”, relata.

Pero lo más indignante no fue la inundación, ni siquiera el miedo: fue la desinformación. “Nos dijeron que esta zona ya había sido evacuada, pero yo vi familias dentro de sus casas. Cuando les pregunté, me dijeron que nadie los había sacado. Que no los escuchaban, que no podían salir”.

Ella asegura que su esposo pedía ayuda por mensajes, pero los grupos de rescate no podían ingresar.

Al día siguiente, el agua seguía ahí. “El canal ni se veía. Seguía encharcado todo. Y hasta ahora, nadie ha venido a ayudarnos. Solo estamos limpiando por nuestra cuenta”.

La mujer no guarda rencor, pero su mirada está cansada. “Lo peor no fue el agua, fue sentir que a nadie le importaba lo que nos pasaba. Que hablábamos, y no nos oían”.

Recalcó que lo único que piden es solución oportuna para evitar otra emergencia, ya que no es la primera vez que ocurre una situación similar.

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