Una horrible leyenda pesa entre su construcción que incluye el que en mayo se pueda saber dónde está enterrada una gran fortuna; imponente en el frente y más en su interior, la hacienda Exquitlán en Tulancingo es todo un atractivo con entrada restringida.
De acuerdo con el libro Tulancingo Esbozo histórico de José Luis Cosío y Soto escrito en 1939, la finca es situada al sur a orillas de la población con linderos por el norte con el río Hueyapan, al oriente hasta la primera hortaliza del barrio El Paraíso, al sur el límite es la zanga regadora de la tierra llamada San Juan y siguiendo hasta el partido del agua de San Pedro.
Tiene por patrón en su capilla a San Basilio y marca que en ese tiempo su valor fiscal era de 87 mil 261 pesos.
De acuerdo con reportes históricos la casa comprende 20 cuartos, existiendo varias salas y comedores, con decoraciones de yeso representando diversos tópicos: angelillos, querubines, paisajes de naturaleza y rostros femeninos variados.
Los techos también presentan diversos decorativos con inspiración de art noveau.
Su construcción inicio en 1868 e inaugurada hasta 1908 de acuerdo con las inscripciones que están en el dintel de una puerta y un garrón.
LA LEYENDA
Dice en Historia y leyendas de la hacienda de Exquitlán (Pomar) Tulancingo, Hidalgo de Mauricio Iván Izeta Molina, en un resumen de la leyenda que:
“El relato que encierra este misterioso lugar dice que el señor propietario de la casona don Pánfilo García Otamendi tenía dos hijos un varón y una dama, y el deseo de Don Pánfilo era que con un hombre perfecto, adinerado y buen mozo solamente podría casarse su hija, pues todos los pretendientes que había conocido hasta el momento, a su parecer solo pretendían casarse con ella por la inmensa fortuna que la hija heredaría cuando Pánfilo muriera.
Su obsesión por la riqueza y el poder hizo que tuviera la loca idea que se juntaran entre hermanos y así no perder la riqueza con que contaba. Cuentan los lugareños de los alrededores que pretendientes entraban a pedir la mano de su hija, pero éstos eran asesinados por el padre y posteriormente eran descuartizados y se los daban a comer a los puercos para que no quedara ninguna evidencia”.
Así como que cuando lo sepultaron el féretro al día siguiente estaba fuera porque la tierra lo había rechazado, además de que García Otamendi enterró una gran fortuna, que la luz de la luna de mayo muestra el lugar exacto donde se encuentra.
Hace unos años la hacienda de Exquitlán donde también se ubica las bodegas de la famosa sidra El Pomar, fue objeto de remodelación, pero sólo permitir entrar a ciertas personas incluso hay un letrero que quien traspase la propiedad será puesto a disposición de la autoridad.
