“Seré multimillonario, es inevitable”, pensó Juan mientras tomaba cerveza al lado de su amigo Pepe, quien miraba con atención el partido del León contra Santos.
—Aposté en contra de la fiera— confesó Juan como si no tuviera puesta la playera del León.
—¡¿Qué dijiste?!— preguntó Pepe con incredulidad.
—Que aposté en contra del León. Va a perder. Estoy seguro.
—¡Traidor! ¡Has sido panzaverde toda tu vida! —exclamó Pepe muy enojado—. ¡¿De verdad apostaste en contra del equipo de tus amores?!
—Es una cuestión de negocios, Pepe —respondió Juan—. No puedo ser tan sentimental.

—¡Santos está en el último lugar de la tabla y el León está invicto! ¡Estás quemando tu dinero!
— Al contrario, Pepe. Es dinero fácil.
—¿Por qué estás tan seguro?
— Porque lo soñé.
—¡No ma…
—¡Escúchame, Pepe! Este sueño no fue como cualquier otro. Fue un mensaje divino. Dios quiere que me haga rico.
Pepe se toma la frente, exhala con una molestia monumental y mira al cielo como si le pidiera a Dios un poco de paciencia.
— Muy bien, Juan —dijo Pepe tratando de calmarse—. Cuéntame, ¿qué soñaste con exactitud?
— Que apostaba $100,000 pesos a que el León perdía contra Santos y yo ganaba $1,000,000.
—¿De verdad apostaste $100,000 pesos?
—No, aposté más.
—¡¿Estás loco?!
—Al contrario, jamás he estado tan cuerdo.
—¿Cuánto apostaste?
—Todos mis ahorros. $200,000 pesos para ser exactos.
Pepe queda boquiabierto y voltea a ver la televisión para darse cuenta de que el León acaba de anotar el primer gol. Pepe, que por primera vez en su vida decidió no festejar un gol del equipo de sus amores, mira de nuevo a su amigo.
—¿Por qué estás tan tranquilo?— preguntó Pepe, mucho más nervioso que su amigo.
— Porque Santos va a ganar 2 a 1. No hay duda de ello. Lo soñé.
Pepe estaba asustado y confundido, no sabía si apoyar al equipo de sus amores o a su mejor amigo.
—¿Le dijiste a tu esposa?
—Por supuesto que no —contestó Juan—. Me mataría. También son sus ahorros.
Pepe, muy intranquilo, traga saliva. El Santos empata el encuentro. Juan bebe cerveza con la serenidad de un monje.
—Parece que por fin iré a Europa— dijo Juan.
— Todavía falta un gol de Santos y ya están en el 91’.
— Observa.
Santos anota otro gol. Pepe queda boquiabierto.
— Era obvio— dijo Juan tras darle otro trago a su cerveza.
El partido finaliza.
— Increíble —admitió Pepe—. Quisiera poder soñar como tú.
—No es necesario, yo puedo contarte mis sueños.
—¡Excelente!
— Amigo mío, tú y yo vamos a ser asquerosamente ricos. Tendremos tanto dinero que Elon Musk parecerá un vagabundo al lado nuestro.
—¡Salud por eso!
Pepe y Juan chocan sus cervezas y beben un último trago antes de despedirse.
—¡Apuéstalo todo al Leverkusen! —exclamó Juan tras reunirse con Pepe dos días después—. ¡Van a ganar la Champions!
— Pero perdieron tres a cero contra el Múnich en la ida— respondió Pepe.
—¡Van a remontar! ¡Lo soñé!
— Bueno, apostaré, pero primero debo avisarle a mi esposa.
—¡No le avises, vas a hacerla enojar! Mejor dile cuando te vea manejando un Ferrari.
— Tienes razón, así me ahorro un regaño, aunque no podré decirle: «Te lo dije».
— Es mejor así. A las mujeres no les gusta que tengamos la razón cuando ellas se equivocan.
— Sí, supongo que así es mejor… Oye… ¿cómo dijiste que se llamaba esa App de apuestas?
— LokiBet, es nueva.
— Dices que tienen los mejores momios, ¿verdad?
— Sí.
— Okey. Ya la estoy descargando —dijo Pepe—. ¿Cuánto apostaste?
—3 millones de pesos.
—¿De dónde sacaste el otro millón?
—Vendí la casa.
—¡Baboso! ¡Tu casa vale el doble!
—No importa, estoy a punto de ganar 3 mil millones de pesos.
—¡¿El momio es de mil?!
—¡Sí!
—¡Entonces yo también voy a apostarlo todo!
—¡Apúrate! ¡Ya casi va a empezar el partido!
Pepe mueve el dedo pulgar con una rapidez digna de un colibrí.
—¡Listo!
—¿Cuánto apostate, Pepito?
— Medio millón. Todo lo que tenía.
— Has tomado la mejor decisión de tu vida, amigo.
Juan no podía haber estado más equivocado. El Bayer Leverkusen no pudo remontar ante el Bayern Múnich.
—¡¿Qué haces, Pepe?! ¡Suelta ese cuchillo!
El ánimo en las oficinas de LokiBet no podía ser mejor.
—¡Señores, el experimento fue todo un éxito!— celebró Xavier, el CEO de la compañía, tras destapar una botella de champaña.
Los empleados frente a Xavier se bañaron felizmente en una lluvia de alcohol dorado.
— Quiero felicitarlos a todos, en especial a ti, Carlos —continúo Xavier—. Implantar sueños es la mejor idea de la historia y lograrlo es todavía más increíble. Einstein parecería tonto a tu lado. ¡Un brindis por Carlos! ¡Salud!
—¡Salud!— respondieron todos al unísono mientras alzaban sus copas.
—Gracias, jefe —respondió Carlos—. Nos llevamos un susto con el partido del León, pero sabía que tarde o temprano tendríamos ganancias.
—Lo mejor es que esto apenas comienza —dijo Xavier, entusiasmado—. ¡Señores, otro brindis! ¡Por los ludópatas!
AAK
