Nuestro querido País tiene, entre tantos males, una vida política que siempre ha sufrido un gran mal: el nepotismo. Por eso la presidenta Sheinbaum ha impulsado una ley con la prohibición expresa de que algún familiar pueda suceder de manera inmediata a otro, tratándose de un puesto de elección popular y que haya reelección.
Me refiero al “nepotismo”, práctica que tienen los políticos y servidores públicos para favorecer a sus familiares, ya sea para otorgarles cargos en la misma administración pública o favorecerlos con contratos en la administración o para colocarles en el partido político donde militan y, por tanto, en la nómina de algún gobierno.
Obviamente, la iniciativa de la Presidenta ha tenido enormes rechazos entre los políticos, como aceptación entre la ciudadanía, pues afecta a fuertísimos intereses de la política y a quienes crecen con ella, a quienes acumulan y amplían poder. La ley contra el nepotismo ha hecho tanto ruido pues ataca al problema de miles de cargos públicos que se heredan de padres a hijos, entre matrimonios o demás parentela, en esa práctica de colocar a la familia en la nómina gubernamental. Considero que esta práctica viene por siete décadas de priismo, pero afecta todavía de lleno a los partidos políticos y retarda la posible modernización política del país. Dentro de la coalición gobernante obviamente se dio una gran resistencia, pues una buena parte de los militantes de Morena y partidos aliados provienen precisamente del PRI y tienen esa costumbre de colocar a los familiares (solo el segundo de a bordo de Morena es el hijo del ex Presidente AMLO).
La ley de Claudia contra la herencia de cargos públicos que debía entrar en vigor en 2027, cuando se celebrarán las elecciones intermedias del sexenio, no pasó lamentablemente esta semana, la aprobación del Congreso, que la ha postergado hasta su final, en 2030. La Presidenta dijo que de todos modos el pueblo “verá muy mal” si alguien pone a un familiar en candidaturas o en puestos públicos” y esto es cierto. Nos queda ver con enojo, las prácticas que se repiten también en los gobiernos estatales y en los municipales y en las paramunicipales. De aprobarse más tarde que temprano la ley contra el nepotismo, afectará a todos los partidos, empezando por Morena, que ha alcanzado un poder casi total en todos los niveles de gobierno
Es lamentable el nepotismo en los gobiernos. En Pemex y la CFE, tres de cada cuatro trabadores son familiares; en el IMSS el 85% de los colaboradores ingresan por “propuestas” familiares. Las plazas, son otro suculento manjar del nepotismo. Lo mismo en los sindicatos magisteriales. También en el Poder Judicial donde prácticamente todos los colaboradores son parte de las redes familiares y así son contratados.
Así, en el poder se reparten y venden plazas como cualquier mercancía. Más allá de perfiles idóneos, es la militancia en el partido, la lealtad, lo que se premia. Decía AMLO que “el 90% es lealtad y 10%, capacidad”.
México lleva décadas tratando de conjurar el fantasma del partido único que encarnó el PRI durante décadas y ahora tiene enfrente otras más, con Morena. Son muchos los clanes familiares en todo México y en Guanajuato y en Leon, sin distinción de partidos. Todos son iguales. Estamos en la misma decepción, Claudia Sheinbaum con su iniciativa intentó sacudirse el priismo de AMLO, pero no se pudo. Su fallida ley contra el nepotismo ha dejado ver que muchos en Morena no comparten algunas de las ideas modernistas de la Presidenta y su debilidad frente a los altos cuadros de su partido, podrían combinarse en el futuro con que la ciudadanía pierda paulatinamente su afinidad con la transformación que prometió. El asunto es más de fondo.
El nepotismo es parte del gen de los políticos mexicanos. En México se puede denunciar el nepotismo en el Consejo de la Judicatura Federal (CJF) o en el Sistema Integral de Denuncias Ciudadanas (SIDEC), pero en la práctica no tiene efecto. Allí, en eso, todos los partidos se autoprotegen, pues se ataca la esencia de la estructura piramidal con la que se construye el poder. Por eso, atinadamente, Sheinbaum impulsó esta fallida ley que limitaría ese mal que daña la vida nacional: el nepotismo.
