Porfirio Díaz decía: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. El dicho refleja el complicado historial de las relaciones entre el país y el vecino del norte. Al estar geográficamente tan cerca de una potencia, México ha sufrido constantes intervenciones, despojos, presiones económicas y políticas, las cuales se han sorteado, a veces con éxito y otras con pérdidas y dolor.

En la historia de Norteamérica, el poder hegemónico de Estados Unidos se ha ejercido mediante la coerción económica y militar. Una de las políticas más recordadas es la llamada “Ley del Garrote” de Theodore Roosevelt: una doctrina represiva que justificaba la intervención militar de Washington en América Latina y el Caribe para proteger sus intereses. 

Más de un siglo después, Donald Trump ha revivido, con matices contemporáneos, esa política al utilizar los aranceles como el “garrote” para hacer presión sobre México. Esta estrategia se inscribe en una tradición intervencionista que encuentra sus raíces en la Doctrina Monroe, que a la vez se manifestó en innumerables golpes de Estado en América Latina.

En 1823, la Doctrina Monroe estableció el principio de “América para los americanos”. Con el tiempo esta doctrina se transformó en un pretexto para las intervenciones estadounidenses en la región, consolidándose con la “Ley del Garrote” de Roosevelt, en 1901. Esta política se tradujo en ocupaciones militares y la imposición de gobiernos títeres imperialistas. La lógica intervencionista e imperialista se repitió a lo largo del siglo XX con los golpes de Estado en Guatemala (1954), Brasil (1964), Chile (1973) y Argentina (1976), Panamá (1989), entre otros donde Estados Unidos defenestró a los gobiernos que no estaban alineados a sus intereses.

Donald Trump, con su retórica de “América primero”, utiliza el “gran garrote”, no militar sino arancelario, para imponer sus condiciones a México. La lógica apunta a apresurar reabrir todo el T-MEC. Recordemos que la esencia del Tratado fue consolidar a Norteamérica como un bloque comercial sólido y fuerte, libre de impuestos y trabas, para competir con Asia y Europa. Pero, si el T-MEC lo gravan con aranceles, deja de tener beneficios y Trump lo desecharía. Recordemos que Trump y sus asesores, Steve Bannon y Elon Musk, son racistas globalifóbicos y antimultilateralistas económicos. 

El garrote de los aranceles no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar un fin: seguridad en la frontera y acabar con el fentanilo. Lo anterior obliga a México a esgrimir la diplomacia, la única arma que tiene. 

El profesor Olivares Santana, a la sazón secretario de Gobernación, platicaba que México había aprendido diplomacia a partir de hacer viables dos fatales realidades: vivir al otro lado del país más poderoso del mundo (similar a dormir al lado de un elefante, que te puede aplastar) y aprender a sobrevivir; la segunda realidad, no menos amenazante, era aprender a lidiar con el Vaticano y sus conspiraciones intervencionistas, que en el nombre de Dios amagaba con la excomunión y el infierno a los gobiernos liberales. 

Por el momento, triunfó la diplomacia de México Vs la Ley del Garrote de Trump. Algunas personas de pensamiento negro quieren regatearle méritos a la Presidenta, adjudicando la pausa arancelaria al Senado Norteamericano. 

Pero indudablemente, el líder en las gestiones diplomáticas fue México y su Presidenta; también, los empresarios mexicanos hicieron una excelente gestión con sus homólogos norteamericanos; además, la presión interna de 42 congresistas norteamericanos y gobernadores que firmaron una carta de protesta por los aranceles, que ejerció una presión interna favorable; otro importante impulso fue el diálogo entre el canciller De la Fuente y Marco Rubio. Y qué decir de la opinión pública, a través del Wall Street Journal, que calificó los aranceles de Trump como “la guerra comercial más tonta de la historia”; así las cosas, la diplomacia mexicana y la presión interna en Estados Unidos fueron valiosísimas. 

Francisco Cervantes, presidente del CCE, las cúpulas empresariales y los dueños del capital, se reunieron en Palacio para expresarle a la Presidenta su solidaridad y felicitarla por su gestión ante la imposición de aranceles. Destacaron el diálogo continuo y la coordinación entre Gobierno e iniciativa privada para afrontar el desafío. Aunque, la amenaza sigue pendiente.

 

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