La personalidad de Donald Trump genera fascinación y repulsión. Su forma de liderar, comunicar e influir en el espectro político puede entenderse, en parte, como el resultado de la influencia de personajes clave, como su mentor en sus años mozos, Roy Cohn; después, ya en política, Steve Bannon, y finalmente Elon Musk. Estos han dejado una marca indeleble en Donald Trump.
Para enmarcar estas influencias, habría que dar luz a la teoría del cerebro triuno de Paul D. MacLean, quien describió el cerebro humano como una superposición de tres capas evolutivas: el cerebro reptiliano, encargado de la supervivencia y respuestas instintivas; el sistema límbico, asociado con las emociones; y la neocorteza, responsable del pensamiento elevado y el lenguaje.
Así las cosas, Roy Cohn, mentor de Trump en la década de 1970, encarnó los valores del cerebro reptiliano: agresividad, dominio y supervivencia a toda costa. Este fue un abogado sin escrúpulos, conocido por su disposición a utilizar cualquier herramienta, ética o no, para derrotar a sus adversarios. Lo instruyó sobre la importancia de nunca admitir errores y desafiar cualquier verdad, porque esta es relativa, atacar antes de ser atacado y considerar cualquier acuerdo como una transacción de suma cero.
La huella de este personaje es evidente en el estilo combativo de Trump, que rara vez retrocede ante un conflicto y prefiere la confrontación directa. Su insistencia en proyectar fuerza y controlar la narrativa, refleja la influencia de una mentalidad que prioriza la supervivencia reptiliana por encima de todo.
Otro de estos influyentes personajes es Steve Bannon, su ideólogo, estratega político y arquitecto de la victoria de Trump en 2016, representa el cerebro límbico, donde las emociones y la narrativa desempeñan un papel crucial. Bannon utilizó el poder de la narrativa para exacerbar los miedos colectivos y movilizar a las bases racistas, fanáticas y populistas. El pensamiento de Steve Bannon está intrínsecamente vinculado al culto a la supremacía blanca, aunque a menudo camuflada bajo el manto del nacionalismo económico y cultural: ¡“Make America great again”!
A este asesor, del cerebro límbico, lo obsesiona y preocupa la transformación demográfica en Estados Unidos, en donde los blancos serán una minoría étnica en el 2050; así, este tema es recurrente en sus discursos, estrategias políticas y alianzas con movimientos de ultraderecha, como los que asaltaron el Capitolio. Esto explicaría la fobia que siente el Presidente por los migrantes, aunque sean necesarios. En este sentido, Bannon canalizó el sistema límbico de Trump para convertir emociones viscerales en un poderoso motor político.
Por su parte, Musk representaría el cerebro neocortical, impulsado por una visión tecnológica y un deseo de trascender los límites humanos. Aunque la relación entre Trump y Musk no es mentor-alumno, como en el caso de Cohn, su interacción revela una afinidad ideológica en temas como la desregulación, la autocomplacencia en la genialidad y superioridad.
La influencia del empresario de marras en Trump se manifiesta en su capacidad para apelar al sueño americano del éxito individualista y disruptivo. Ambos comparten el culto a la personalidad y una narrativa que celebra y admira al “hombre excepcional”, el superhombre de Nietzsche, capaz de superar su naturaleza, como motor de la Historia, la fascinación por los logros grandilocuentes, así como el culto a la superioridad. Aunque el protagonismo de Musk, en algún momento, podría incomodar el ego de Trump.
En resumen, la personalidad y estrategia de Donald Trump pueden verse como una síntesis de las tres capas del cerebro humano: La agresividad reptiliana de Cohn, el pensamiento elevado y tecnocrático de Musk y la exultante narrativa de la supremacía blanca de Bannon, que se entrelazan para desafiar el establishment. Trump es, simultáneamente, un pragmático despiadado y ególatra mesiánico que sabe cómo encender pasiones colectivas.
La teoría del cerebro triuno de McLean, no solo permite entender mejor al Presidente Trump, sino también a las fuerzas que lo acompañan que pretenden cambiar el mundo del siglo XXI. En el mensaje de despedida de Biden, alertó sobre el Gobierno de oligarquías plutocráticas, Musk, Bezos, Zuckerberg, entre otros supermillonarios, y el uso y control tecnológico para manipular la información. La combinación de instinto, innovación, emoción y oligarcas, parece ser la fórmula efectiva para alcanzar el poder y someter al mundo
