Silvio Rodríguez, el cantautor cubano, construye un poema sobre el fin de año y describe los enormes contrastes que hay entre dos mundos, el de las mayorías y el de las minorías.
Constato que en la historia de la humanidad no hemos logrado construir ese proyecto de economía que permita que se reduzcan las enormes desigualdades que tenemos. Por un lado, la humanidad probó modelos totalitarios que, eliminando libertades, construyeron propuestas de igualdad y terminaron con hegemonías de partido y con enorme corrupción; esa fue la historia de los países socialistas.
Por otro, las economías abiertas de mercado, permitieron las libertades, pero a costa de esas enormes brechas entre ricos y pobres, donde la evolución -encontrada por Darwin como inherente a todos los seres vivos-, reflejó que siempre habrá quien destaque más a costa muchas veces del trabajo de los otros.
El caso es que, en el mismo México, después de siglos de luchas internas, no hemos podido, sino ahondar las diferencias entre clases sociales. Transitamos por el periodo post revolucionario en que el Estado benefactor construía instituciones para que aseguraran beneficios a las mayorías que creyeron en esa gran transformación social. Pero el PRI y sus “abuelos políticos” terminaron en los años ochenta con las promesas y tuvieron que dar espacio a que la oposición política pudiera expresarse, como por fin, lo logró en el 2000.
Pero después, la alternancia tampoco fue suficiente para darnos los resultados esperados. Parece que hubiera sido determinante un gen que desarrollamos desde hace siglos en Mesoamérica.
Con la conquista, nuestra raza se fusionó con la europea y parece que el resultado fuera un pueblo que cree poco en su futuro y que estuviera resignado a padecer la historia y no a transformarla. Predominantemente mestizo en la era moderna, aprendimos a convivir, pero no a construir, entre clases sociales o entre razas.
Nos agarró el siglo XXI en la globalización, con un fardo pesado por cargar, con todos los rezagos educativos que nos dificultan poder crear, diseñar, emprender y enfrentar los retos que representa el futuro, tal como lo hacen otras civilizaciones. Somos enormemente solidarios cuando emergen desgracias colectivas, pero difícilmente lo hacemos en la cotidianidad.
Por eso, ni en el pago de los impuestos que son de todos, podemos ser parejos y solidarios. El sistema económico de mercado no lo facilita ni obliga. Se retribuye mucho más al capital que al trabajo. Los datos de donativos ciudadanos y empresariales al SAT reflejan una cultura de poca generosidad, a pesar de que el flujo de aguinaldos y utilidades, provoca las compras de consumo desde noviembre hasta enero. Esto es, que dinero sí hay, pero no se reparte. El PIB (Producto Interno Bruto) per cápita de México no es bajo, pero no se reparte; esto es, que riqueza sí generamos los mexicanos, pero no se distribuye. Por eso, indicadores como el coeficiente de Gini, reflejan que somos una economía de enormes contrastes.
Por eso, los periodos navideños, como lo canta Silvio Rodríguez, nos reflejan cómo somos los seres humanos: egoístas de pies a cabeza. Con destellos, sí, pero con nuestros valores individualistas por sobre los comunitarios. Esto se refleja en estadísticas dramáticas, pues ocho de cada diez mexicanos no podrá disfrutar de una cena navideña, como lo viven las clases altas. El porcentaje de mexicanos que reciben prestaciones para poder hacer regalos o fomentar cenas familiares no rebasa al 15 %. Por eso, cantidad de iniciativas de grupos juveniles, de iglesias, de empresas con responsabilidad social, de gente generosa, para que en estos días se den gestos de solidaridad a quienes menos tienen.
En los orfanatos, los menores no podrán salir; en los suburbios o zonas rurales, habrá privaciones y la publicidad solo mostrará un mundo inalcanzable. Por eso, la canción de Navidad de Silvio, no es solo una queja, sino un regalo para que quien siente con las mayorías, brinque su comodidad y provoque cambios en su vida y piense en las mayorías y actúe. Al final de cuentas, la Navidad, el nacimiento de un profeta, es un llamado a que pensemos en los demás, cuando lleguen estas fiestas que, por lo pronto, son para pocos.
