Con la victoria en el Estado de México, Morena y aliados gobernarán 23 estados que les representará gobernar a 90 millones de habitantes. Nueve años le bastaron a Morena para consolidarse como la principal fuerza política del país. Este domingo pasado, el partido fundado por el presidente Andrés Manuel López Obrador le arrebató al PRI la “joya de la corona”: Edomex. Mientras, integrantes de la alianza ‘Va por México’, buscan consuelo intelectual y hacen cuentas, al revés y al derecho, y dicen que perdieron, pero nomás poquito… “Busca alianza culpas y Morena celebra”, dice el periódico Reforma. 

El PAN sería el gran perdedor tras las elecciones en Coahuila y el Edomex. La aparente fuerza del blanquiazul como partido opositor no se vio reflejada en las urnas; en Coahuila, el blanquiazul recibió menos de 1 voto de cada 7, el PRI podría haber ganado solo. Está más que claro que los panistas no votan por priistas y viceversa. Es un grave problema cultural para la alianza.  

Pero ¿por qué no logra avanzar la alianza opositora, aun con sus infatigables campañas sucias de que “seremos como Venezuela,” y las permanentes denostaciones y embestidas contra el Presidente? Probablemente en la pregunta está la respuesta: el voto de odio anti AMLO no es suficiente para ganarle a AMLO, porque son más los que lo quieren, y las campañas negativas no alcanzan para motivar a los jóvenes a salir a votar, porque no emocionan ni generan esperanza. 

Además de lo anterior, habría que agregarle que el dueto de Alito y Markito resulta patético: el primero, parece un gánster descontinuado, salido de la teleserie de la mafia “Los Sopranos”; el segundo, bien podría fungir como monaguillo de la parroquia de Numarán, su pueblo natal en Michoacán. Juntos, no sacan un buey de entre la milpa.

En su momento, Germán Martínez, ex presidente del PAN, tuvo la delicadeza de renunciar a la dirigencia de su partido, en el 2009, a causa de los malos resultados electorales y pidió abrir un periodo de reflexión y crítica. ¿Qué, Alito y Markito, no deberían de hacer lo mismo y renunciar a la dirigencia de sus partidos? Pero son tan ambiciosos que no tienen vergüenza y esperarán para autopremiarse con una senaduría.  

Hasta el momento, no se le escucha a la oposición ninguna propuesta capaz de gestionar esperanza, entusiasmo, proyectos de gobierno que vendan un mejor futuro. No, ni siquiera ofrecen una nueva relación del poder político con la sociedad. La oposición no ha ganado adeptos, porque su discurso se sustenta en la crítica, se lavan el cerebro entre ellos mismos, le hablan a su misma gente, no conquistan nuevas audiencias, es un diálogo viciado, circular, lúgubre, que no ilumina ningún camino hacia el futuro. 

Mientras, sin perder tiempo, AMLO dicta pautas a sus corcholatas en temas como renuncias anticipadas, para que recorran todo el país y, sobre todo, cuida de la unidad entre los hermanos y hermana aspirantes, siempre atento a que el proceso no se le vaya de las manos. Por su parte, Marcelo Ebrard, arranca su campaña de manera audaz y se anticipa en la salida, poniendo contra las cuerdas a los demás aspirantes. ¿Es rebeldía, arrojo, bendición, o intenta quitarle la conducción al Presidente? Es urgente que arranque la oposición, que estructure una narrativa creíble y placee a sus candidatos, para escuchar al ciudadano y descubrir así porqué no está conectando con el pueblo.   

Enrique de la Madrid dice que: “La propuesta no es volver a ser lo que eran en el 2018, porque la gente votó en contra de eso”. Pero entonces ¿quiénes son y serán en el 2024? El gatopardismo ya no vende… la oposición es demasiado optimista pensando que coreando: “El INE no se toca”, van a ganar votos. Una preocupación política no es una electoral. Es ilusorio asumir que esos temas le interesan al pueblo, tampoco las megamarchas de ciudadanos con chofer y autos de alta gama, y las tiendas de campaña vacías que una borrasca desnudó. 

Decir que los partidos de oposición se suman en alianza, porque solos no pueden ganar, no es suficiente para echar a Morena, porque actualmente son más los que quieren que se quede… Además, se requeriría ser naif para no percibir que la alianza del PRI, PAN y PRD, es surrealismo político: una fórmula hueca, abstracta, sin identidad, ni proyecto, con la primacía del deseo inconsciente de hacerse con el poder. Esto, se traduce en un claro desdén de la población hacia la alianza. ‘Va por México no logra conectar’. 

El surrealismo, según André Breton, es: “La primacía del deseo inconsciente sustentado en lo absurdo y lo irracional, sin importar la última realidad externa”.

P.D. Mientras, los expresidentes Fox y Calderón pelean como mercachifles de la política por reconocimientos, que a nadie le interesa, ya olvidaron que el 27 de junio, el Juez Cogan podría dictarle cadena perpetua a García Luna. De ser así, cabe la posibilidad de que este comprometa a los expresidentes.  

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