El lunes primero de mayo en la madrugada, los reguladores financieros de Estados Unidos informaban que el First Republic Bank había sido intervenido y adquirido por JP Morgan, para evitar más turbulencias bancarias. Este año, las alarmas no dejan de sonar debido a la insolvencia de cuatro bancos regionales: Silicon Valley Bank, Signature Bank, Silvergate Bank y el First Republic.
Así, en los mercados, la percepción de riesgo sistémico en los bancos comenzó a crecer, obligando a las autoridades financieras en Estados Unidos a tomar medidas extraordinarias, para garantizar los depósitos en los bancos intervenidos. El fantasma de Lehman Brothers volvió a sacudir a la banca e inversionistas. 
A causa del exceso de dinero que inyectó la Fed a los bancos, sus tesorerías tuvieron que invertirlo en bonos del Tesoro. Luego, la Fed, a fin de controlar la inflación, decidió subir las tasas. Así las cosas, por desconfianza y otras razones, los cuentahabientes empezaron a retirar sus depósitos de manera súbita, obligando así a algunos bancos regionales a vender anticipadamente sus bonos con pérdidas, lo que se convirtió en una espiral, puesto que los depósitos seguían saliendo; finalmente, algunos bancos perdieron liquidez y pasaron a la insolvencia. En 24 horas, la corrida de depósitos en el Silicon Valley Bank alcanzó 42,000 mdd; y 100 mil mdd en el First Republic.
Según expertos, en Estados Unidos, la supervisión de los bancos regionales, medianos y pequeños, ha sido deficiente e insuficiente. Además, durante el gobierno de Donald Trump, se relajaron las normas y ratios de capitalización, así como las exigencias sobre la calidad de los créditos, activos de riesgo. 
Lo anterior, obliga a cuestionar y reflexionar sobre la salud de los bancos en México. Las crisis de 1994 y 1995, obligaron a reconfigurar todo el mapa del sistema financiero nacional, que dio pie al nacimiento de un nuevo sistema bancario, caracterizado por altos niveles de capitalización y cuidadosas normas sobre la gestión de riesgos. 
Es importante apuntar, para sorpresa de algunos, que los bancos en México tienen un Índice de Capitalización, ICAP, robusto y sólido, mayor que el promedio de los bancos regionales en Estados Unidos: 7.5%, menor al 17.5 % de los bancos en México. Recordemos que el ICAP, mide la salud financiera de un banco y su capacidad de enfrentar riesgos en relación a los créditos. Una interpretación coloquial sobre el ICAP, es que de cada 100 pesos que presta un banco en México, 17.50 pesos provienen del capital del banco y el resto de depósitos u otras fuentes de fondeo. Entonces, entre más alto es el ICAP, mayor es la capacidad de enfrentar eventualidades de riesgo.
La banca mexicana, ya mostró su solidez y resiliencia durante la pandemia; esto, debido a sus características diferentes de los bancos intervenidos. Como ejemplo: depósitos del público bien diversificados y con costos muy bajos; políticas de otorgamiento de crédito e inversiones de tesorería, prudentes y selectivas. Adicionalmente, a diferencia de lo que ha sucedido en Estados Unidos, en donde el alza de tasas ha tenido un impacto negativo en el valor de los bonos a largo plazo, en México las altas tasas generaron mayores utilidades bancarias. 
La confianza de sus clientes es alma de los bancos, condición para la estabilidad del sistema financiero. La mayoría de la gente guarda su dinero en un banco, y espera que lo mantenga seguro y accesible en todo momento; de otra manera, los depósitos volarían y la institución podría caer en insolvencia. 
Como ejemplo de confianza, citaré a Banco del Bajío, que nació en 1994, en medio de un tsunami económico, llamado “Efecto Tequila”. Así, entre turbulencias, el novel Banco se formó e hizo camino al andar. 
Nació con un patrimonio de 120 mdp; al cierre del primer trimestre de 2023, reportó un patrimonio de 39,638 millones de pesos, y utilidades netas por 2,691 millones de pesos, con una cartera de 222,405 millones y un índice de morosidad de solo el 1.3%. de cartera.
Estos resultados son de elogio, rompieron récord histórico, sorprendieron a tirios y troyanos. BanBajío siguió la ruta del éxito trazada por la visión de su presidente de Consejo, el señor don Salvador Oñate Ascencio. Recientemente, su hijo, licenciado por el ITESM en Contaduría y Finanzas, Salvador Oñate Barrón, joven carismático y visionario, asumió la presidencia, en relevo de su padre, para enfrentar los retos que plantea el futuro.  
BanBajío es un actor importante en el sistema económico y financiero de México. Su misión contempla un horizonte de miras altas y, para avanzar, cuenta con intangibles invaluables, como la confianza de los ciudadanos, prestigio bien ganado, y un capital humano de excelencia, dirigido actualmente por el economista, Edgardo del Rincón, su experimentado director, que ha sabido catapultar al banco al punto de romper récord histórico en resultados. 
¡Enhorabuena, BanBajío! Y que nunca deje de generar esperanza, de otorgar créditos, de impulsar al desarrollo y apoyar a empresarios, campesinos, emprendedores y pymes, para promover el bienestar social y económico del país.

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