La Semana Santa en México es parte fundamental de la idiosincrasia en nuestra sociedad. No es solamente por el apego que mantiene cierto segmento de la población hacia las celebraciones litúrgicas que demanda el catolicismo, por cierto, cada vez menor. Los es también, por el comportamiento colectivo en México durante la Semana Mayor, tomando un camino absolutamente opuesto al religioso.
Hasta antes de la pandemia que nos mantuvo en vilo por más de dos años, era un espectáculo cuasi dantesco atestiguar la salida o llegada de vacacionistas a diferentes puntos turísticos nacionales, durante la Semana Santa, los éxodos de los paseantes eran escenarios multitudinarios. Este periodo vacacional era, es y será, un auténtico viacrucis.
El Diccionario de La Real Academia Española, define “viacrucis”: “Camino dividido en catorce paradas o estaciones, en cada una de las cuales se conmemora un episodio de la pasión de Cristo’ y, en sentido figurado, ‘situación de sufrimiento intenso y prolongado.” Y, así es para gran parte de los vacacionistas en territorio mexicano, las situaciones que ocurren en Semana Santa son de sufrimiento intenso, quizás innecesario.
“Viacrucis nacional”, es el título alternativo de la película “Semana Santa en Acapulco”; dirigida por Luis Alcoriza, estrenada en 1981. Lucha Villa y David Reynoso, dos referentes actorales de nuestro cine, protagonizan ese filme sobre la Semana Santa. Sus actuaciones resultan memorables; recreando las vicisitudes que han de pasar millones de turistas desde el Domingo de Ramos y, hasta el Domingo de Resurrección en cualquier destino turístico: un periplo repleto de obstáculos a vencer.
El Viacrucis, es un concepto inherente a la cultura popular mexicana. Así lo demuestran las miles de representaciones religiosas durante Semana Santa en todo el país, siendo la más grande y tradicional, la que se realiza en Iztapalapa, en la Ciudad de México.
“El elegido”, película protagonizada por el gran Héctor Suárez, dirigida por Servando González; estrenada en 1977; aborda de extraordinaria manera, lo que representa para los mexicanos el Viacrucis de Iztapalapa. Este filme, aborda la historia de un taxista que resulta elegido para personificar a Cristo en tan peculiar representación.
Las dos películas que menciono aquí, son un magnífico y fiel retrato de la Semana Santa a la mexicana. Ambas, reflejan situaciones, costumbres y tradiciones del pueblo, además de retratar problemáticas añejas que hasta nuestros días perduran.
En México, el Viacrucis siempre será intenso y prolongado, tal como lo muestran las películas “Semana Santa” y “El elegido”. Las dos obras de culto, que, sin duda, debieren ser declaradas parte del patrimonio cultural de nuestra nación.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo
