Ante los ojos de más de 2 mil espectadores y luego de dos años de realizarlo con aforo reducido, el viacrucis del barrio El Arbolito cumplió 53 años de tradición ininterrumpida.

En punto de las 11:30 horas, Rafael de la Rosa Aguilar, enrolado en el papel de Jesús, pisó el cruce entre la calle Hermenegildo Galeana y Félix Gómez, mismas que marcan el inicio de El Arbolito, para ser juzgado por Poncio Pilato y condenado a morir en la cruz ante la mirada de los asistentes, quienes después de dos años abarrotaron sus estrechos callejones este Viernes Santo.

Con los rayos del sol a plomo, el nutrido contingente avanzó por la calle Galeana tras el hombre con la cruz de 90 kilos en la espalda. Mientras, desde las azoteas, ventanas de segundos pisos o desde los estrechos callejones, familias también eran testigos del camino de Jesús a su crucifixión.

Ya con unos metros recorridos, en cada esquina más personas se unieron a la procesión, esperando realizar un acto de fe con el deseo de caminar unos segundos a lado del hombre que por tres años consecutivos ha interpretado el papel del nazareno, lo que hizo difícil la tarea de calcular el número de asistentes.

Llegó la primera caída, justo frente a la emblemática cancha El Popolo, donde se comenzó a notar la fatiga de los protagonistas que se tomaron cada espacio para recibir una merecida bocanada de aire.

Después de ese acto, la representación tomó camino hacia otra zona emblemática del barrio, la calle que conecta con El Porvenir, donde otros cientos de espectadores esperaron la representación para evitar la fatiga de bajar hasta la calle principal y recibir el duro golpe de calor del mediodía.

Ya en El Porvenir arribaron a la parroquia de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, donde se dio el primer encuentro entre Jesús y María, representada por la joven de 22 años Conny Pichardo, quien entre lágrimas lamentó la pena a la que fue condenado su hijo. 

En ese encuentro se percibió que ya eran más de mil personas quienes presenciaban la representación, situación que generó que los hombres que estaban enfundados en trajes de soldados romanos, endurecieran las medidas de seguridad, por lo que formaron una barricada para que ningún civil interfiriera con el evento.

Posteriormente, en esa misma zona se llevó a cabo la segunda caída, misma que no demoró mucho entre el mensaje religioso y la escenificación, por lo que continuaron su camino por las estrechas calles de El Porvenir. Al mirar al horizonte estaba la mina del Cuixi, el lugar de la crucifixión ya estaba cerca.

Así arribaron al sitio de la tercera caída, donde Simón Cirineo, un hombre que caminó por la zona de acuerdo con los pasajes bíblicos, fue obligado por los romanos a cargar la cruz unos minutos en lo que Jesús recuperó fuerza para afrontar la última parte del camino.

Tras dos horas y minutos de procesión, pasadas las 14:00 horas el contingente llegó a la mina del Cuixi, donde otro cuantioso número de personas esperó para presenciar el acto de la crucifixión, por lo que la zona lució abarrotada, incluso en los cerros aledaños personas se instalaron para admirar la puesta en escena.

Al terminar los preparativos, cambio de vestimenta, hidratación y dar un descanso a los actores, Jesús y los dos ladrones que fueron destinados a perder la vida a su lado fueron crucificados. Con ayuda de varias personas las tres cruces se elevaron para marcar el fin del viacrucis.

Luego de unos minutos en la cruz, los tres actores fueron retirados de la madera ya que el sol llegó a su punto máximo a esa hora, por lo que solo restó el mensaje final de Eduardo Pichardo, organizador de la representación, quien agradeció a cada asistente por acudir luego de dos años en los que el viacrucis lució con poca gente a causa del COVID-19.

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