La fatiga por la pandemia han hecho que en varias entidades de Estados Unidos no se retomen las restricciones para prevenir la propagación del COVID-19, lo que ha hecho que más ciudades ingresen en las categorías de alto riesgo que supuestamente deberían activar el uso de mascarillas en interiores. 

Tal es el caso del estado de Nueva York, donde desde hace semanas en el norte de esta entidad se decretó en zona naranja o de “alerta máxima” una desginación de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), que indica una grave propagación en la comunidad. 

Con esta alerta, los CDC solicitan a que todas las personas utilicen cubrebocas en lugares públicos cerrados, incluyéndose las escuelas y sin importar el grado de vacunación. 

Sin embargo, muy pocas autoridades locales, si acaso, volvieron a exigir el uso de cubrebocas a pesar del aumento en el número de casos.

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En la ciudad de Nueva York, los casos han vuelto a aumentar y esta semana cruzaron el umbral de “riesgo medio”, lo que indica un incremento en la propagación de la subvariante del virus conocida como BA.2 que arrasó el norte del estado.

Pero parece que el alcalde Eric Adams no está dispuesto a modificar la situación justo unos meses después de permitir que los residentes dejen de lado el uso de cubrebocas y guarden la tarjeta de vacunación que antes se exigía para entrar en restaurantes y salas de conciertos. Adams ha dicho que la ciudad podría dar un giro y volver a imponer los requisitos, pero subrayó que quiere mantener la ciudad abierta.

No creo que muchos lugares, si es que hay alguno, vuelvan a imponer el uso de mascarillas, a menos que los hospitales se vean desbordados; eso es lo que impulsaría la imposición de cubrebocas“, dijo el profesor David Larsen, experto en salud pública de la Universidad de Syracuse, en el norte del estado de Nueva York, cuyo condado se encuentra actualmente en zona naranja.

“La gente sigue muriendo, aunque no en la misma cantidad”, dijo.

La cifra de hospitalizaciones a nivel nacional aumentó un poco, pero sigue siendo tan baja como en cualquier momento de la pandemia. En los últimos tres meses, las muertes descendieron de forma constante hasta acercarse a sus niveles más bajos.

La respuesta apagada refleja el agotamiento del país tras dos años de restricciones y los nuevos retos a los que se enfrentan los responsables de la salud pública en esta fase de la pandemia.

La abundancia de pruebas caseras ha llevado a un conteo deficiente de los casos de COVID-19, que antes eran una referencia importante. Los investigadores estiman que más del 60% del país se infectó con el virus durante la oleada de Ómicron, lo que generó un alto nivel de protección en conjunción con las decenas de millones de vacunas. Las hospitalizaciones han aumentado, pero sólo ligeramente.

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“Si se reinstaurara el mandato de la mascarilla en este mismo momento, no creo que tuviera mucho éxito”, dijo Jim Kearns, videógrafo de la Universidad Estatal de Nueva York en Oswego, otra comunidad del norte del estado de Nueva York en la zona naranja de los CDC.

Creo que mucha gente está harta”, dijo. “Si viera que las tasas de mortalidad y las hospitalizaciones suben a lo loco, y si sintiera que hay un peligro para mí y mi familia, me la pondría sin pensarlo. Pero han sido dos años muy largos”.

(Con información de AP). 

HEP 

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