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Conocí a una compañera de trabajo de nombre Viridiana, como no tiendo a tasajear nombres y además ese me parece lindo por melodioso, siempre lo decía completo aunque a compañeros y compañeras les parecía extraño que no hiciera como la mayoría y lo recortara a Viri.

Un día mientras organizábamos una fiesta oficinil me dijo que no le gustaba mucho que le dijera su nombre completo, pero tampoco el atajo más popular Viri. Dime Vi, suena mejor, más alegre, lo cual tiene sentido porque la mujer cargaba su sonrisa a diario. Aunque yo prefería mencionar su nombre completo, por supuesto accedí a su petición, resistirme habría sido además de grosero, absurdo.

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Aunque pensé que la práctica había desaparecido como uso corriente en los tardíos noventa, me han dicho que es todavía frecuente que alguna persona, con tono de reproche por sentirse insultada, exija dirigirse a ella con tal o cual título académico (real o inventado). Así, uno anda por oficinas, escuelas y otros sitios del mundo diciendo: buenos días, doctora Cervantes; buenas tardes, maestro Fuentes; buenas noches, licenciado González; buenas mi lic (en el más coloquial y práctico uso de ambiente laboral). 

Difícilmente hay reticencia pues la convención social indica que si una persona estuvo metida entre cuatro y doce años (o más) en un salón para obtener un título, tiene el derecho de agitar el nombrecito previo al que le dio su madre. Aunque asuntos del ego, se respeta.

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¿Por qué mejor no aprendes Braille o lenguaje de señas? Eso sí sería inclusivo y no una simulación. Guau, es verdad, tienes razón. ¿Me enseñas? Pero no me los sé. ¿No acabas de decirme que eso sí es verdadera inclusión? Pues sí. ¿Entonces te importa incluir a sordos y ciegos? Claro. ¿Y vas a hacerlo? 

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“No soy su “diputade”, soy su diputado. No es lenguaje inclusivo, es falta de educación”, escribió en su cuenta de Twitter Carlos Leal, legislador en el Congreso de Nuevo León. 
Muy enojado reclamó cómo lo mencionaron y exigió que se le nombrara como él lo prefiere, con lo que se siente cómodo y como considera que debe hacerse. Pues es la idea, ¿no?

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La ridiculización no es resistencia ni contribución. Escuchar, pensar y discutir, en cambio, puede llevarnos a algún lado.

DE INFORMES Y OTRAS LEYENDAS

Es lindo pensar que vivimos en esos países, estados y ciudades de los que políticos hablan cuando dan sus informes de gobierno, que ahora hasta les dicen “de resultados”. Empleo, crecimiento, educación, bienestar, salud y otros, van que vuelan; inseguridad, carencias, violencia, pobreza, siempre a la baja. Creo que en uno o dos informes más ya no habrá penurias de qué lamentarnos. Lindo, les digo.

ACLARACIÓN                                               
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.

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